lunes, 24 de febrero de 2014

Por lo bueno, por lo malo,
por demostrarme que el amor es un regalo,
por la palabra y el orgullo de la sangre,
por el simple milagro del beso que mata el hambre.

jueves, 20 de febrero de 2014

Her

Quizás esta vez hubiese sentido lleno ese agujero en mi corazón. Probablemente no... ¿Sabes? A veces siento que ya he sentido todo lo que voy a sentir jamás. Y que, de aquí en adelante, ya no voy a sentir nada nuevo. 
Sólo versiones más pequeñas de lo que ya he sentido.  

lunes, 17 de febrero de 2014

Con los ojos llenos de lágrimas coge una aguja ya hilvanada y comienza a dar puntadas en un trozo de tela trémulo, guiado por sus manos. En su mirada veo el dolor de su espalda.

- La vida es coser una a una las decepciones. ¿Cómo no se dan cuenta?

Sigue cosiendo sin ningún tipo de patrón, enajenada.

- ¿Cómo no se dan cuenta...?

jueves, 13 de febrero de 2014

A Isabel le gustaba viajar en metro. Sin embargo llevaba tiempo fijándose en que el cine retrataba a los viajeros de metro y tren de cercanías como personas infelices, fracasadas y sin suerte. Se dio cuenta de que, para el séptimo arte, una manera fácil de hacer saber que alguien lleva una vida poco satisfactoria es, por lo general, hacerlo viajar en metro.

Por eso Isabel comenzó a fijarse en los rostros de sus compañeros de vagón. Vislumbró alguna pareja enamorada y alguna sonrisa consecuencia de una ocurrencia de un niño pequeño. También se topó con gente de apariencia feliz mientras hablaba por Whatsapp o escuchaba música con unos cascos muy grandes. Vio jóvenes y ancianos, gente de edad media, algunos con el abrigo en los brazos y otros con él todavía puesto a pesar del calor por la pereza de no llevarlo encima y tener que volvérselo a poner al salir al frío invernal. Pero lo que más observó Isabel fueron rostros cansados.

Se chocó con las ojeras de decenas de personas que a pesar de tener aspecto agotado corrían al salir del vagón porque llegaban tarde a trabajar o porque querían estar cuanto antes en su casa. Isabel sintió un frío extraño en el pecho cuando se dio cuenta de que todas esas personas sí tenían aspecto infeliz, aunque ella nunca sabría si se sentían o no fracasadas. Sin poder evitarlo, aprovechó la oscuridad de un túnel para mirarse reflejada en el cristal de en frente y escudriñó sus propios rasgos en busca de un ápice de felicidad que rompiera ese cliché tan feo que había creado el cine.

Isabel no vio apenas nada. Fue en ese momento cuando pensó que mientras habría gente que se estaba poniendo sus mejores galas para acudir en coche con chófer a un palco del Teatro Real y disfrutar del espectáculo de esa noche ella no quería más que llegar a casa, desmaquillarse antes de ducharse y ponerse el pijama para descansar e intentar curar su dolor de riñones. Eran las nueve de la noche de un sábado pero Isabel no tenía ganas de salir porque estaba demasiado cansada. Agotada. Su vista estaba fija en sus propias ojeras cuando el tren salió del túnel y la escasa luz rompió el improvisado espejo.

Tras salir de la estación de Atocha el tren se paró unos instantes mientras Isabel trasteaba en su reproductor de música intentando hallar una canción que le levantara el ánimo. De nuevo distraída después de sus vanas reflexiones, levantó los ojos y se quedó mirando un cartelón de publicidad que se podía ver iluminado tras el cristal que tenía a la espalda. Era de un banco, o de un supermercado, Isabel no lo supo bien, porque sólo fue capaz de centrarse en la pintada que alguien, tal vez una noche de rebeldía, había hecho con trazo grueso en una esquina del cartel. Isabel la leyó.

Tu vida es una puta mierda (y lo sabes)

Y se dejó caer un poco más en su asiento.

lunes, 10 de febrero de 2014

C'est fini.

- Cinco minutos más... -dijo el avestruz.

Pero, en realidad, había estado toda la noche sin poder dormir. El avestruz mentía.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Inspirado en una postal real encontrada en el rastro de Madrid, 
entre millones de recuerdos que la gente vende.


Lemmer, 24 de noviembre de 1953

Querida Alice:

Anoche volví de Brujas. Holanda me recibió con frío y lluvia, pero, como siempre que ocurre, no me importó. El recuerdo de Bélgica me resguardaba de las gotas heladas y la certeza de que algún día vendrás conmigo me mantiene caliente, en el hogar.

Aquí cuando digo tu nombre todo el mundo acaba llamándote Alice, por eso te llamo así. Mi compañero de cuarto está cansado de oírte a través de mis labios pero he conseguido que se muera de ganas de verte. No sé si llegarás a conocerlo, marchará pronto, en cuanto pueda moverse e irse a Alemania, donde espera reunirse con su esposa y sus hijos. Ojalá puedas conocerlo.

Pienso mucho en ti, Alice, y también pienso en preguntarte cómo irán las cosas por Madrid. Pero luego me digo "¿para qué?", si yo lo que quiero es que te olvides de España y vengas conmigo. Creo que esto te encantará. Podrás sacar muchas fotografías y estoy seguro de que encontraremos un aparato de fotos que puedas manejas con más facilidad que aquel cacharro que encontraste con tu padre ese día. Aquí encontraremos algo mejor.

Sigue lloviendo, Alice. Pero en el sonido amortiguado en el cristal puedo encontrarte. Me acuerdo de cómo mirábamos llover desde la cafetería de siempre y si acompaño el recuerdo de café puedo sentir tus risas y tus apretones de manos a escondidas. ¿Sigues yendo ahí? Ya sé que me dijiste que se te hacía doloroso, pero me gustaría que fueras, que fueras y sintieras que seguimos ahí, apurando el café frío y viendo a la gente pasar. Esa gente que decíamos que jamás sabría de nosotros, y mucho menos que la estábamos mirando. ¿Te acuerdas? Cada vez que te recuerdo riendo se me hace imposible sentirme desgraciado.

Pronto cumpliré seis meses en la fábrica. Pronto será el momento y podré enseñarte todo esto. También podré enseñarte Brujas. Y aprenderás a montar en bicicleta. ¡No puedo esperar a tenerte aquí!

Espero que por allí tengáis un poco más de sol. Yo aquí ya tengo el mío.

Te quiero, Alicia.

                                           Francisco Javier 

PD: Te he comprado chocolate. Intentaré mandártelo con esta carta.