sábado, 8 de octubre de 2016

Candados.

(...)

Ella le da una larga calada a su cigarro.

ELLA: Yo en teoría no fumo, pero...

Él espera.

ELLA: La verdad es que tienes un poquito de razón. Pero sólo un poquito.
ÉL: ¿En qué? ¿En que fumar mata? Eso lo dicen las cajetillas de tabaco.

Ella lo mira. Sonríe.

ELLA: No, comotellames. Me refiero a toda esta mierda, a todo este numerito de querer reventar el puto candado del puto puente. Pero qué le voy a hacer, me va mucho el drama, y por no reventarlo a él...

Ahora sonríe Él.

ÉL: Bueno, no sé. A mí me has hecho gracia, verte gritando ahí, tirando de uno de los barrotes del puente. Joder, no me mires así, ha sido bueno.

Ella acaba su cigarro.

ELLA: Gracias. Supongo.

Ella y Él miran la ciudad encendida que se presta a sus ojos en esa noche de otoño. Guardan silencio, uno al lado del otro. Dos desconocidos observando la sombra imponente de la Basílica del Pilar de madrugada, apoyadas sus espaldas en el Puente de Santiago.

ELLA: ¿Y tú? ¿Qué hacías en este puente? ¿También te han roto el corazón?

Él vuelve a sonreír. Enigmático. Tierno. Distante. Abstraído en algo que Ella ni siquiera puede rozar con los dedos.

ÉL: Más o menos.
ELLA: ¿Más o menos?
ÉL: Sí. Más porque sí tengo el corazón roto; menos porque no ha sido nadie. Me lo he hecho yo mismo.

Ella no entiende. Quiere preguntar, pero no quiere. Sabe que no es el momento de las preguntas y, por un momento, lleva sus impulsos en silencio. Es agradable estar ahí, después de todo.

ÉL: Tolerar que nos destruyan es horrible. Pero es mucho peor destruirnos a nosotros mismos.

Él se vuelve y la mira. Sonríe triste, muy triste, y Ella cree comprender pero no quiere comprender lo que está creyendo.

ÉL: ¿No es increíble estar aquí en el momento exacto en el que se apagan las luces del Pilar? Parece que así es como si la ciudad pudiera irse a dormir.
ELLA: Nunca me había fijado en que esto ocurría.

Él comprende. Y pone el cuerpo en tensión para levantarse y marcharse.

ÉL: Sí, pequeña loca de los candados, estaba aquí porque hoy había decidido tirarme. Pero entonces has aparecido tú gritando. Y sí, era una tontería...

(...)

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