¿Quién dijo 'Qué dolor de vida'?
¿Quién fue? ¿Fuiste tú?
No recuerdo quién fue, pero ahora me estoy acordando de él minuto a minuto...
Se nota que ayer fue domingo. Su huella se ha quedado en el lunes grabada a fuego.
Me acosté, como de costumbre, a eso de las dos. Toda la casa dormía, y yo estudiaba con la mente en otra cosa, mientras se empezaban a hacer notar los ronquidos de mi hermano.
La mañana transcurrió tranquila, demostré lo patosa que soy y lo mal que se me da el basket en educación física y lo demás se me pasó volando.
Pero la tarde... Lo recuerdo y, de nuevo, se enciende el dolor.
Me eché una señora Siesta, de dos horitas, hasta que mi madre volvió. Hoy es su cumpleaños, y quise ser más pesada que de costumbre con ella, así que, a falta de otro regalo que está por llegar, la cansé a besos.
Cuando me senté a hacer deberes, estuve calculando las kilocalorías que me dan en un día. Siendo preocupante el resultado que me daba, lo repetí mil veces y mi madre aprovechó para echarme en cara que no había comido segundo plato.
No le reprocho nada, dice que a veces no como, y en parte tiene razón...
Cuando ya había pasado dos horas con la espalda encorvada y haciendo el trabajo del Lazarillo, que menos mal que su autor es anónimo que si no lo mencionaría en mis juramentos a diario, me sorprendí a mí misma deseando morirme y dejar todo sin hacer.
En serio, a poco me doy una bofetada mental. Siempre estoy luchando con las mentes que dicen que se quieren morir, sin apreciar lo que tienen, para que ahora lo diga yo.
Como otro sabio dijo alguna otra vez...
Vamos, no me jodas.
Así que a eso de las nueve y media me senté en la cama y me dejé ir otra vez. Me encerré en mí misma y estuve tentada de tirar el reloj y no mirarlo nunca más. Quise correr, de nuevo, quise huir. Pero no puedo. Estoy maniatada a la rutina. Sería tan inútil si la rutina me dejara... Tanto quejarme de ella y, seguro, que si me abandona, estaré perdida. Más perdida aún, quiero decir. Con la mirada fija en algún punto que escapa aun a mi percepción, comprendí que si estas semanas de exámenes y demás no acaban conmigo, lo hará mi espalda.
Dios, cómo me puede doler tanto la espalda...
Y volví en sí con el grito de la cena. Tuve que despegarme de mi mundo y asegurar bien el nudo del hilo que me sigue uniendo a él. Si un día lo dejo ir, yo también tendré que irme con él.
Casi mejor que dejara aparcada mi nube, porque, de nuevo, he empezado a pensar que todas las ilusiones y sueños que conservo nunca dejarán de ser eso, ilusiones y sueños... y me temo que, como este blog indica, todos rotos. Pero bueno, eso son cosas que merecen una entrada entera, y no quiero estropear esta, insulsa como la que más, con lamentaciones que estén fuera de lugar.
Ahora me encuentro aquí, aporreando el teclado como siempre cuando me desahogo. Tengo ganas de dormir, pero sé que mi insomnio me lo seguirá impidiendo en unas horas, haciendo que mis ojeras crezcan.
¿Qué me deparará el martes? A parte, claro, de más agotamiento y sueños acumulándose... Pronto no cabrán en el desván.
Un suspiro de esta Soñadora Empedernida.
PD: Y qué dolor de vida...
1 comentario:
Si me lo permites, me uno a ese suspiro...
Parece que no ha sido nuestro día...
Hay que ver la de cosas que has dicho que me pasan a mi también, yo tambien sufri lo mio con el basket, jeje
Yo también visito con frecuencia otro mundo, como ya sabes me ausento mentalmente frecuentemente, ¿seran fronterizos esos mundos?
Ya para terminar, como decia en el anterior comentario que se ha debido perder por la inmensidad de la red de redes, voy a dejar un cojin delante de la puerta de tu desvan, y esperare a que vuelvas a abrir la puerta con una nueva entrada, alli estare esperando...
Mañana martes y 13, cambiara algo en nuestras vidas?, espero que no sea algo malo
Publicar un comentario