domingo, 6 de enero de 2008

El gris ha quedado totalmente limpio, sin fisuras, cubierto en su totalidad por una capa espesa de nubes que, al mismo tiempo que no deja pasar ningún rebelde rayo de sol, cubre las calles con un manto inclemente de negrura, amparando tal vez los corazones con frío que se lanzan a la aventura solitaria en un atardecer de domingo. En el ambiente flota el olor nostálgico de la lluvia cuando ya sólo se escucha su golpeteo contra los cristales en la memoria. No muy lejos bizquea, creyéndose estrella marchita, una vieja farola.

-Ya no llueve.
Parpadea, pues mi frase le sorprende, manchándole el silencio que la estaba llenando de paz.

-Lo sigue haciendo, ¿no te das cuenta?

Ahora es ella la que impulsa mis pestañas, alentadas por el misterio que connotaba su última frase. Miro al cielo de nuevo y parece que el gris pretende engullirme mientras me lleno de la calma que su presencia me ofrece. Mi piel ya no siente ni una sola gota de agua, pero aún tirita del chaparrón que ha dejado a los charcos simbolizando su presencia. El gris es plomizo, ya que noto su peso sobre mi persona, como si quisiera susurrarme que la lluvia se ha ido pero volverá cuando se le antoje. Aún no entiendo sus palabras, por más que lo intento.

-No, creo que no me doy cuenta-contesto por fin, sin atreverme a mirarla por si mis palabras le hacen mella.
-Sí que te das cuenta. Quédate en silencio y asústate de la tempestad de tus adentros. Date cuenta de que cada estremecimiento que sufres es un rayo que impacta impertinente contra la barrera que intentas construir. ¿No lo vas notando? El revuelo del aire provoca que las olas rompan hurañas en tu interior. Quieta; se acerca la tormenta. Y sigues permaneciendo impasible ante lo que se te viene encima. ¡Date cuenta! No puedes frenarlo, ya hueles la lluvia. Y te asustas, por supuesto que te asustas. Empiezas a empaparte. No puedes frenarlo...
-¿De qué estás hablando?-. Me asusto de veras. Nunca la había visto así.
-De que llueve. Que tengo el corazón inundado de lluvia. Que me ahogo y no para de llover. No para...
Dejo de contemplar el cielo y la miro, después de un rato sin atreverme, la miro. Tiene los ojos arrasados en lágrimas y tiembla ligeramente. Casi me veo reflejada en sus lágrimas, que ahora vuelven a mojar mi hombro mientras ella se convulsiona.
Que tiene razón. Y, a pesar de los paraguas cerrados que pasea la gente, la lluvia sigue golpeando su alma con fiereza salpicando también la mía.

5 comentarios:

saudade dijo...

Es... Algo para lo que no tengo adjetivos.
Me he quedado maravillada... Me voy con una sensación increíble :).

Un saludo :)

Yonseca dijo...

Se llama empatía... no?
es una de las palabras que siempre me han sido difíciles de entender.
Siempre la he cambiado por comprensión ;)

Olé este pedazo de post...

Un abrazo ;

Yuki Ashura dijo...

Dime...

No, espera, no me digas. Esta vez no quiero gritos. Mejor, escríbeme.

Escríbeme, que no descríbeme.

Escríbeme cómo suenan las gotas de lluvia repiqueteando en una ventana desamparada a su aluvión de arañazos impertinentes.

Gregor Kinah dijo...

en el Di
xDD lo sé
me di cuenta
pero pasaba de cambiarlo
y sí que lo leo
=) so chica perdida !

Fotógrafo del Cielo dijo...

me encanta tu espacio
gracias