Lo escucho. Ya no necesito siquiera aguzar el oído. Pues no debería sorprenderme de que sus palabras me recorran como cuando lo leí por primera vez, envuelta en una lejana despreocupación que sería recordada con curiosidad más tarde para pronunciar un Qué cosas. No debería sorprenderme tampoco el asombro ni el torbellino de emociones en el que me zambullen las líneas que él construye mientras erige unos mundos en los que sé que no se me va a negar la entrada cuando quiera esconderme, cuando necesite pisar las tierras de sus inquietudes, de sus sueños. Cuando precise cobijarme entre sus ojos.
Soy de las que opinan que todo lo escrito forma parte de nosotros, que esas palabras son nosotros. Por ello me consuelo en la certeza de que estar con ellas es estar con él cuando él me falta y lo anhelo.
Que lo sigo escuchando, dentro. Ese aullido es casi palpable. Al igual que su olor, al igual que el estremecimiento que sufre cuando lo rozan mis manos frías.
4 comentarios:
pues si tu te quitas el sombrero
yo me quito el sombrero
y la camiseta
y los pantalones
y los calconzillos
y olé
porque no tengo nada más.
que sinoooo.
:) Haces que escribir o decir este tipo de cosas vuelvan a cobrar sentido.
Que te cobijen, y no tengas frío. Y la nariz roja se convierta en nariz arrugada por la risa y la felicidad :)
buuuh
o.o?
[buenisimo la interpretacion de elena de este icono JAJAJAJA]
o.o?
(Véase muñeco rascándose la cabeza con cara de QUÉ DICES, ANDY, QUÉ DICES?)
Se agradece el comentario, señor Andy. ^^
Te aseguro que me estoy pegando cabezazos contra el escritorio.
¿Por que no puedo agregarte a los RSS? >.<
¡Muchas gracias! Ya lo voy pillando, te añado a los links claro ;).
Y también opino como tú, las palabras salen de nosotros y por lo tanto son nosotros mismos. Poseen nuestro reflejo, nuestra marca, nuestra firma, y eso las hace únicas. Precioso todo.
Un abrazo :)!
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