miércoles, 18 de junio de 2008

La humedad que encharca ligeramente mis ojos va resbalando poco a poco por las mejillas, yendo a morir en el primer obstáculo, dividiéndose en cachitos apenas visibles que hacen honor al tema del día, al agua. Voy a mancharle la camiseta, pienso. Pero se está tan bien allí metida que no quiero separarme. Y noto que me abraza más fuerte -o tal vez es mi imaginación, que lo desea- y permanezco allí lejos del mundo.

Porque me va transmitiendo la luz que emana, dándome calor por dentro y secándome el rostro, lentamente, desdoblando con dulzura las puntas malheridas de mis alas.

De tanto desconcierto de primeras, impotencia y decepción; para que luego vengan sus brazos que me reconfortan, sus labios posados suavemente en mi pelo que me mantienen de pie, el horizonte cercano de su sonrisa, que está ahí, irradiando luz... Me va a explotar el alma, pienso. Pero sé que si eso ocurre estarán sus manos, grandes y trabajadoras, dispuestas a recoger los fragmentos y recomponerme si hiciera falta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por supuesto que lo haría si fuese necesario.

Con paciencia y dedicación.

Porque ya sabes por qué.

^^