domingo, 29 de noviembre de 2009

-¿Qué te pasa? Antes apenas has probado la cena. Te puedo preparar otra cosa si todavía tienes hambre. ¿Quieres? ¿Eh, pequeña?
Se quedó un momento más pensativa, y temió que a él le molestaran las nubes en sus ojos de nuevo. Pero sonrió, sonrió por el desastre que tenía delante.
-Un vaso de leche estaría bien.
Él le devolvió la sonrisa.
-Ahora mismo voy-. Hizo ademán de levantarse del sofá, pero ella se lo impidió.
-Pero… Ve luego. Por favor, quédate conmigo. Quédate. Por favor.
Paró su reincorporación en el sofá, y se pegó un poco más a ella. Calmó sus nervios, para que no se reflejaran en su voz.
-Como quieras. Estoy aquí, no te preocupes... Me quedo aquí.
-Sabes... ¿Sabes ese dolor en el pecho que te invade muy pocas veces? Muy pocas en tu vida. ¿Que sientes como un millón de dolores en uno solo, y te duele al respirar, y piensas que algo parecido tiene que ser el apocalipsis?
-¿Te duele otra vez? ¿Nos vamos a urgencias?
-No. No es eso. Es el dolor de la pérdida -sonrió-, de cuando sabes que alguien no va a volver jamás. Y te duele, te duele mucho, pero ya ni siquiera tienes ganas de decirle que pare. Porque lo has perdido. ¿Sabes cuál?
La mano de él iba y venía por sus hombros de manera mecánica. Estaba pensativo. Le estaba haciendo pensar.
-Claro. Ahora te entiendo. Como aquella vez que pensé que te perdía.
-Como aquella vez que pensábamos que nos perdíamos.

Ella se movió para mirarlo a los ojos un instante. Lo que duran un montón de recuerdos dolorosos que se arremolinan en el pecho. Lo que dura espantarlos para meterse en sus ojos y no salir de ahí en lo que quedaba de noche.

-Ahora soy consciente. Ahora... -se le quebró la voz.
-Tranquila, ¿vale? No va a pasar nada porque no queremos que pase. Piensa que somos más fuertes que todo esto. No te asustes por cosas innecesarias.
-¿Innecesarias?
-Sí. Nos necesitamos. Nada más. Todo lo demás no tiene lugar aquí. ¿De acuerdo? Sé que algo parecido a esto tuvo que ser el génesis.
Silencio de nuevo.
-Si no lo controlo me duele el pecho todos los días. Y no es por la mierda esta que me invade. No puedo perderte.
-No vas a hacerlo.
-Me estoy muriendo...
-Y yo no voy a dejar que lo hagas.

martes, 24 de noviembre de 2009

No sé qué extraño bicho otoñal me ha picado hoy me ha hecho necesitar un cambio. Ah, será el aire francés que tengo desde las dos horas en las que he tenido que pensar de manera franca. C'est la vie qui me dit qu'elle veut me troubler. Siempre he pensado que lo de la primavera es una mentira porque a mí el que me altera la sangre es el otoño. ¡Bombeándola a mil por hora! À mille par heure!

Pero volvamos al cambio. A crear. A crear cosas preciosas como las que veo visitando blogs y pequeños álmbumes de fotos de gente que de veras sabe capturar momentos. Créer. Me siento anclada en los quince años que tenía cuando creé este rincón, pero al mismo tiempo me da miedo abrir el grifo y empujar todos mis recuerdos por el desagüe.

Sí. No puedo evitarlo. Otoño me trouble mais aussi me hace recordar. Una nostalgia en tonos tostados que, de momento, me encanta. J'adore ça. Es como una locura gigantesca que a veces me pone furiosa y otras no. Cuando entro aquí y acabo pensando que necesito un cambio sustancial.

Pero no puede ser sustancial. Acabaría siendo un accidente más que sazona un poco la rutina, pero seguiría permaneciendo yo. De todas las maneras posibles. La misma sustancia, la même rêveuse. Parce que j'aime arriver ici et me sentir comme le petite rêveuse d'il y a quelques années. No obstante, cependant, de alguna manera me sonrojo a veces orgullosa cuando me sigo sintiendo yo. Aussi petite. Tan pequeña. Es agradable. Saborear el tiempo. En goûtant tous les instants que je garde.

Volverme loca. Totalement folle. Divagar. Unos minutos, los suficientes, para descargar el dolor de espalda del día... Et vogayer par mon monde de souvenirs et rêves. Tout mélangé, que diría mi profesora de francés.




¡Hoy me apetece sonreír en francés!

viernes, 20 de noviembre de 2009

Estaba en el parque, y no hay ninguna luz -dice-. Y yo pienso que es verdad, que me había sorprendido de ello horas antes. Cuando he empezado a recorrerlo era ya noche cerrada, todo lo cerrada que se cierra en noviembre la noche, y he pensado que si no me daba temor. La oscuridad total en el camino. Y por qué no. Me ha contestado una vocecita diciéndome que no había motivo para temer un asalto, que seguramente espantaría a cualquier ladrón o violador con una mirada brillante.

Así que he seguido andando hasta acabar delante de la valla de donde paso gran parte de mis días, mientras la vista se nublaba y también los pensamientos. Ya sentada he asustado a alguien en bici al sollozar. Me ha parecido curioso, su mirada temerosa. Como si yo fuera un ladrón o un violador que pretendía asaltarle.

Seguía con la mente espesa ante el café solo pero con leche. Sentada en la barra con la camarera lanzándome miradas furtivas y revolviendo la espuma tan rica que dejan encima del líquido caliente. Como con flaqueza de alma y en huelga de pensamiento. Sintiéndome en una película con banda sonora melancólica, deseando muchas cosas. Y, de repente, un bipbip y una frase en el mensaje.

"Desear es añorar el pasado"

Me quedo pensando. En las casualidades o en el destino escrito, en lo que sea que conecta una cosa con otra. En el mensaje y en que era viernes. Y apurar el café, porque me estaban llamando, apretar el botón de encendido... Y echar a andar. De nuevo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Me ha inspirado él, aquel que tantas veces nombrabas sin ponerle nombre provocándome muecas de fastidio, de nuevo, con uno de sus textos. Con un recuerdo enlatado en hojas de papel, gritando hacia más allá del cielo, o donde os escondéis todos. Después de dejarnos.

Me encuentro asustada. Supongo que ya sabrás por qué, porque de alguna manera sé que cuando hablo para mí estoy hablando contigo. Porque así lo quiero, y si de verdad existe la fe esta es la mía. Saber que me escuchas. No sé qué haré, lo digo totalmente en serio. Sé lo que deberé hacer, pero me da tantísimo miedo romper esta estabilidad tan frágil pero que se mantiene de alguna manera... No quiero ver la decepción en sus ojos porque me dolería más que nada. Sentirme fracasada si ellos se sienten así. Brilla en mí un pequeño rayo de luz, pero me hundo tan a menudo en las profundidades del pesimismo... Que no puedo vivir así. Necesito saberlo de una vez.

Asustada y de exámenes. Ya sabes. Lo pienso a menudo, lo de ir a verte. Siempre se me pasan los días y ahora me encierro para no perder ni un minuto (aunque sea falso; los gasto soñando). Cuando acabe sé que iré. Me avergüenzo de no saber encontrarte pero me armaré de valor y preguntaré, descubriendo mi plan. Qué importa. Quiero ir y compartir un silencio contigo, o los que sean. Y devolverte los últimos dieciséis euros que me diste, que me dieron en tu nombre, y que no he gastado desde el 17 de marzo.

Necesitaba escribirte. Gritarte a ti mis preocupaciones y mis ganas de llorar este desequilibrio. Y sé que me escuchas, de alguna manera, en blanco y negro como siempre te recuerdo. Dándome un poco de paz y haciéndome sentir desdichada por ser huérfana de esta manera, pero hablándote a cada instante. No sabes cómo te abrazaría si tuviera la oportunidad ahora.

martes, 10 de noviembre de 2009

-Oye, perdón. No me mires así... Es que te he visto delante del fregadero ahí dándole a las probetas para que no quedara nada de lo que hemos usado en la práctica esta de mierda y, no sé por qué, y no te asustes, por favor, te he imaginado delante del fregadero de mi casa. Sí, el de mi casa. En la misma posición, con la mano izquierda sujetando el recipiente y la derecha llena de jabón, y esa mueca de concentración... Te he imaginado de pie y descalza, vestida con una camisa, con mi camisa, por ejemplo, la que me habías quitado horas antes, o días antes. Qué más da. Aburrida, tal vez, porque yo aún dormía y tú ya no tenías sueño y te levantabas de mi cama, cubrías ligeramente tu cuerpo y decidías limpiar lo de la cena anterior... por hacer algo, por hacer tiempo hasta que me despertara. Pero lo hacía antes de que tú te dieras cuenta y te observaba de espaldas a mí, desde el quicio de la puerta. ¿No te parece extraño? Me ha explotado todo de repente, al verte. No te asustes, que es una tontería, pero me ha parecido tan real... Que tenía que decírtelo.


La observó un minuto más. Sólo uno. El minuto que tardó en terminar de fregar, cerrar el grifo y sonreírle para indicar que ya podía empezar él.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Debería escribir. Algo fresco, soñador, un elogio al desenfreno. Cometer algún error de vez en cuando para luego arrepentirme. Bailar como si nadie me mirara. Tengo ganas de bailar, increíblemente. Aun con estos riñones palpitando al rojo vivo pidiéndome ¡cama!, siendo engañados constantemente porque la única respuesta que reciben es la de cama con quién. Escribir algo que me arranque una sonrisa mal disimulada dentro de un otoño, allá donde esté y allá donde se acomoden mis palabras. Sus palabras. De las que me apropio de manera visceral, sin poseerlas, simplemente acariciándome suavemente cuando sueño. Dormida y despierta. Mis dos grandes Ds. Enfermizamente comparar primaveras y lo que venga, y compararme a mí, a mi mente perversa e inocente cuando prefiere ser así.

Podría pensar más en algo que escribir que me guste. Que me guste a mí, porque aunque guío mis dedos para llenar otros ojos mi intención no es gustarles. A todos. Ni escribir con alguna pretensión. Digan lo que digan, quien se quiera quedar es bienvenido y me hará sonreír si así lo quiere. El sombrío, el que se va, tiene mi más sincero respeto. (Aunque no me suene cierto)

En lugar de ponerme a ello prefiero arrancarme el cansancio y las preocupaciones y juntarlos en un cóctel molotov que vaya a parar a tu ventana. Enfadarte, si puede ser. Para que acudas al estruendo y, al verme como la culpable, vuelques tu pasión sobre mí.