Tengo un vecino al que no saludo nunca. Sin quererlo ni beberlo he creado un odio hacia él inmenso. Lo saludaba sin obtener respuesta todas las mañanas, hasta que le dediqué un gilipollas demasiado visceral. Ahora intento no cruzarme con él. Sin embargo, tengo otro que siempre saluda, pequeño, aunque pronto me alcanzará mientras yo sigo viendo el mundo desde aquí abajo.
Lo pienso. Lo pienso conforme van pasando las luces de la ciudad que ya duerme ante mis ojos. Y también intento imaginar por qué sonríe de repente esa mujer madura que viaja sola en el bus de los que vuelven a casa de madrugada. Como si la pillara por sorpresa, vuelve a sonreír, al tiempo que mi mente maquina que se ha vuelto a enamorar... Y recuerda ese beso y esas manos por todo su cuerpo.
Mi percepción ha evolucionado. Y mi mente busca en los archivos de mis recuerdos hasta dar con una pequeña que escribía en su diario -en el que casi nunca escribía- que estaba madurando. ¿Cuántas Elenas habrán pasado desde entonces? Y ahora está esta chica torpe que, según las lenguas nocturnas, parece salida del musical Chicago.
Cuando cruzo el portal soy yo la que sonríe porque interrumpo a otro vecino con su novia resguardados contra los buzones y expuestos a la pasión. De nuevo recuerdos. ¿Habrá habido muchos más? Muchos más que impactaran provocando el sonido metálico de la chapa y la espalda, otros esperando en el portal, un vistazo antes de subir las escaleras.
Soy torpe hasta para irme de fiesta, claro está. Mi estómago monta en rebelión cuando intento que sea mi cuerpo el que se comunique, y por ello me veo luego en el bus, y pensando en escribir todo este manojo de nervios y pensamientos. Escribir. Porque no somos más que locos que sueñan demasiado; hasta tal punto que piensan en realizar su sueño. De verdad. En jugárselo a una carta, y les -nos- brillan los ojos cuando charlan de ello y llevo a mis labios un sorbo más de café. ¿Locos? Claro que sí. Somos los locos los que nos inventamos historias.
Pero esta noche habla mi cuerpo en susurros mientras me voy desprendiendo de la ropa frente al espejo. Una chica salida de Chicago con el maquillaje corrido y dos pares de medias. Hoy el frío empapa hasta el alma. Y decido que el dolor de estómago no ha estado tan mal si ahora me arrebullo en mis sábanas negras y poseo a esta madrugada leyendo las locuras que otros escribieron. El silencio y yo, con la luna lejana, en un arrebato impropio de esos míos... De sentir el mundo como mío.
Lo pienso. Lo pienso conforme van pasando las luces de la ciudad que ya duerme ante mis ojos. Y también intento imaginar por qué sonríe de repente esa mujer madura que viaja sola en el bus de los que vuelven a casa de madrugada. Como si la pillara por sorpresa, vuelve a sonreír, al tiempo que mi mente maquina que se ha vuelto a enamorar... Y recuerda ese beso y esas manos por todo su cuerpo.
Mi percepción ha evolucionado. Y mi mente busca en los archivos de mis recuerdos hasta dar con una pequeña que escribía en su diario -en el que casi nunca escribía- que estaba madurando. ¿Cuántas Elenas habrán pasado desde entonces? Y ahora está esta chica torpe que, según las lenguas nocturnas, parece salida del musical Chicago.
Cuando cruzo el portal soy yo la que sonríe porque interrumpo a otro vecino con su novia resguardados contra los buzones y expuestos a la pasión. De nuevo recuerdos. ¿Habrá habido muchos más? Muchos más que impactaran provocando el sonido metálico de la chapa y la espalda, otros esperando en el portal, un vistazo antes de subir las escaleras.
Soy torpe hasta para irme de fiesta, claro está. Mi estómago monta en rebelión cuando intento que sea mi cuerpo el que se comunique, y por ello me veo luego en el bus, y pensando en escribir todo este manojo de nervios y pensamientos. Escribir. Porque no somos más que locos que sueñan demasiado; hasta tal punto que piensan en realizar su sueño. De verdad. En jugárselo a una carta, y les -nos- brillan los ojos cuando charlan de ello y llevo a mis labios un sorbo más de café. ¿Locos? Claro que sí. Somos los locos los que nos inventamos historias.
Pero esta noche habla mi cuerpo en susurros mientras me voy desprendiendo de la ropa frente al espejo. Una chica salida de Chicago con el maquillaje corrido y dos pares de medias. Hoy el frío empapa hasta el alma. Y decido que el dolor de estómago no ha estado tan mal si ahora me arrebullo en mis sábanas negras y poseo a esta madrugada leyendo las locuras que otros escribieron. El silencio y yo, con la luna lejana, en un arrebato impropio de esos míos... De sentir el mundo como mío.
4 comentarios:
Sabes...estas cosas que escribes son geniales, me gustan mucho, sí sí de todas formas, yo siempre he pensado que la locura es el principio básico del arte en cualquiera de sus expresiones y que sin ella seríamos tristes sombras deambulantes...no sé, llámame loca pero es mi percepción xD
En fin, que otra seguidora más al carro, de verdad, me encanta como escribes.
Hola, me llamo Angela, y desde final de verano o así, sigo tu blog, me encanta tu forma de escribir, eres realmente buena. Y queria pedirte un favor. Acabo de crear un blog, y me gustaria que me dieras tu opinión de como empiezo y tal.
Aqui te dejo el link:
http://milocuradelreves.blogspot.com/
En serio, sigue escribiendo siempre, que nadie te calle por que eres muy buena, se nota que disfrutas escribiendo, creo que eso es una de las cosas por las que disfruto tanto leyendo lo que escribes.
No cambies :D
El mío?
UFA eso es dificil, pero, supongo que ver la vida a través de una cámara, captar momentos aparentemente cotidianos pero con un algo que los hace especiales, ver el momento en que una mariposa abre por primera vez las alas, o dos niños sonríen al encontrarse después de las vacaciones, coleccionar los lugares más bonitos del mundo...eso sería muy bonito para mí xD
joe que si me parece xD lo único...es que no se me da tan bien como me gustaría, no sé, las cosas tienden a no quedar como yo las he pensado y por razones que desconozco, soy incapaz de hacer nada útil con el photoshop...pero bueno, digo yo que para entonces habré mejorado, no?
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