domingo, 20 de enero de 2013

"Pero... ¿qué vale toda una vida sin recrearla en un teatro? Precisamente sois vosotros los actores de esta época."
Bajamos todos a recoger el premio. Sentados en el palco, intentábamos templar nuestros nervios con risas robadas los unos a los otros pero no veíamos el momento de que dijeran nuestro nombre. Nuestro nombre. Ese segundo nombre que habíamos adoptado seis años atrás de la manera más tonta, pero que nos marcó a todos, y a algunos de una manera determinante. Y entonces llegó. Lo dijeron.

- Mención especial a la Mejor Interpretación Colectiva... Grupo de teatro "Tal y Tal", del IES Tiempos Modernos.

Bajamos entre tropiezos y estando allí pensamos, por un fugaz instante, que era una buena despedida. Que a pesar de haber quedado bajo la sombra de los grandes presupuestos y las grandes ayudas que nunca tuvimos, ahí estábamos, desnudos de artificios y ofreciendo todo lo que éramos. Lo mismo que le habíamos ofrecido al teatro. Todo. Toda la piel, toda la voz, todo el tesón en una mezcla mágica que reacciona con las luces de los focos y los aplausos.

Al salir del teatro en esa calurosa tarde de mayo se nos encogió a todos un poco el alma. Desde la última actuación habíamos sentido que el premio iba a ser lo que nos siguiera haciendo sentir unidos, la garantía de que todavía no se había acabado. Pero salimos del teatro y supimos que se había acabado. "Cógela, pero léela cuando estés a solas". Y nuestra directora se marchó tras darnos las cartas con lágrimas en los ojos y con la promesa de volver a vernos. A algunos delante de un café; a otros desde su asiento en el patio de butacas.

Y a quién no le tembló el labio al leerla. Yo sentí que se me escapaba un trozo de vida. El teatro me había dado tanto que el final de todo aquello parecía un mal sueño. El dolor de un mal sueño, que diría Max Estrella. Quedaba la experiencia y la sensación, totalmente auténtica, de que había sido maravilloso. Llegamos niños a un instituto sin teatro y nos fuimos, jóvenes y amigos, dejando a nuestras espaldas dos grupos, más la estela del nuestro, que se habían formado al vernos.

Se quedaron flotando en el recuerdo las frases de nuestros personajes y los sentimientos que sin ellos jamás habríamos experimentado. Se quedó todo lo que crecí, todo lo que aprendí a ser gracias al esfuerzo, la superación y la magia de ocho meses volcados en las dos horas más intensas de nuestras vidas. Gracias al teatro. Todavía hoy siento esa pasión en el estómago, los nervios erizados al recordar la sensación de un telón a punto de abrirse, la sonrisa sincera del final, el cansancio de un trabajo bien hecho. La euforia. Todo ello sigue aquí, después de dos años. Y si sigue aquí... Tiene que ser por algo.


5 comentarios:

Yomisma dijo...

Que casi estaba yo recogiendo el premio. Será que estoy muy receptiva/empática/emocional últimamente o que tú escribes muy bien o las dos cosas.
Pero por cosas como esta me parece que el mundo del teatro, del espectáculo, del cine, son los que más cosas nos remueven por dentro, y no sé bien explicar por qué si no lo he experimentado. Pero a mí estas cosas me emocionan :)


No quiero quedar muy fan comentando cada entrada, es tarde para decir eso (?)

Tuli dijo...

Teatro, libélula, Elena... ¿Tendrán alguna diferencia esos términos? Desde luego si existe yo no lo puedo ver...

En serio muy buena, si con esto no te puedes hacer una idea de lo que sentisteis, nada podrá hacerlo :)

Soñadora Empedernida dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Soñadora Empedernida dijo...

Siempre te diré, Celia, que si te pica la curiosidad deberías hacer teatro sin dudarlo. Y me encantan tus comentarios, le das vidilla a esto.

A Tuli, mi pequeña pequeña de Leganés, espero que cuando estrene la obra actual te pilles ese Metro Sur tó guapo para verme.
:)
Me ha alegrado mucho tu comentario.

Tuli dijo...

Me encantaría verte en acción sinceramente, así que ya me vas diciendo cuándo es la siguiente función :)
Y que sepas que siempre es un placer comentar tus entradas.