Ese momento siempre llega. El de mirarme en el espejo y en las manchas de mi piel descuidada hallar que no soy quien creo ser. Que soy un fraude, como puede serlo cualquier personaje que sale de la imaginación de alguien a través del torrente imparable de sus dedos. Que me paso los días empeñada en creerme alguien a quien afirmo conocer pero que en ocasiones me abandona dejándome desnuda y confusa y tratando de averiguar quién soy en realidad.
En ese momento en el que no soy más que un espíritu inerme me pregunto a quién pretendo engañar si no lo consigo ni conmigo misma. Adónde quiero llegar planificando esos detalles que cuando se vienen abajo me hacen sentir así. Una farsa.
Hoy he pensado que yo también estoy intentando encontrar mi propia luz, aquella a cuya existencia me aferro para poder enfrentarme a mi Dark Passenger. El tímido interrogante acerca de su existencia me eriza la piel porque que cruce por mi mente significa que existen las dudas. Sigo cuestionándome todavía si podré vencerlo algún día o si es que de verdad en esto consiste la vida media de un adulto de clase media-baja bastante torpe y con la suerte moderada de quien puede estudiar fuera de casa pero no puede -ni quiere, por pura consciencia de su entorno- seguir chupando más dinero de sus padres.
De momento ahí me mantengo. En la línea, como cantaría con unas copas de más Johnny Cash. Because I'm mine. Como siempre. Condenada a la única convivencia eterna conmigo misma. Adelante, a pesar de todo, aunque me persiga esa duda sobre si sigo, o seguiré, rota, y si algún día esta oscuridad bizqueante conseguirá marcharse.