martes, 30 de julio de 2013

I'm trying to find my own light too

Ese momento siempre llega. El de mirarme en el espejo y en las manchas de mi piel descuidada hallar que no soy quien creo ser. Que soy un fraude, como puede serlo cualquier personaje que sale de la imaginación de alguien a través del torrente imparable de sus dedos. Que me paso los días empeñada en creerme alguien a quien afirmo conocer pero que en ocasiones me abandona dejándome desnuda y confusa y tratando de averiguar quién soy en realidad. 

En ese momento en el que no soy más que un espíritu inerme me pregunto a quién pretendo engañar si no lo consigo ni conmigo misma. Adónde quiero llegar planificando esos detalles que cuando se vienen abajo me hacen sentir así. Una farsa.

Hoy he pensado que yo también estoy intentando encontrar mi propia luz, aquella a cuya existencia me aferro para poder enfrentarme a mi Dark Passenger. El tímido interrogante acerca de su existencia me eriza la piel porque que cruce por mi mente significa que existen las dudas. Sigo cuestionándome todavía si podré vencerlo algún día o si es que de verdad en esto consiste la vida media de un adulto de clase media-baja bastante torpe y con la suerte moderada de quien puede estudiar fuera de casa pero no puede -ni quiere, por pura consciencia de su entorno- seguir chupando más dinero de sus padres.

De momento ahí me mantengo. En la línea, como cantaría con unas copas de más Johnny Cash. Because I'm mine. Como siempre. Condenada a la única convivencia eterna conmigo misma. Adelante, a pesar de todo, aunque me persiga esa duda sobre si sigo, o seguiré, rota, y si algún día esta oscuridad bizqueante conseguirá marcharse.

sábado, 20 de julio de 2013

A veces nos comportamos como auténticas idiotas. Nos dejamos insultar, presionar, intimidar; dejamos que hablen despectivamente de nuestro cuerpo, nuestros hábitos, de todos los estereotipos que nos crucifican. Parece que nos tengamos que sentir mal si expresamos nuestro derecho a que nos respeten y respeten, sobre todo, nuestra condición de mujeres.

Para mí resulta muy duro mirar atrás y ver cómo me han manipulado, cómo me han controlado desde la más paleta obsesión, cómo se han aprovechado de mí o cómo me han considerado débil una, y otra, y otra, y otra vez. Sólo porque parece que ser mujer significa cargar con un halo de debilidad contra el que debes luchar para que todos se enteren o el cual debes aceptar, sumisa.

No. El verdadero problema es que no debe existir esa creencia en torno a que todas portamos la debilidad sólo por ser mujeres.

Sí, me he sentido insultada, he notado cómo se aprovechaban de mí, cómo para muchos no era más que sexo y cómo aquellos pensaban que yo debía saberlo y yo debía actuar en consecuencia. Pero lo lamentable no es eso, porque desgraciadamente ocurre a diario. Lo verdaderamente hiriente es que muchas de nosotras, aquejadas de la más cruel presión social que existe, hemos creído que debíamos aguantarlo. Por eso nos comportamos como auténticas idiotas. Y ahora, a pesar de no ser más que una mindundi a la que todavía le quedan muchas experiencias y conocer muchas personas con las que enrabietarse, solamente puedo ofrecer una certeza. 

No tenemos por qué aguantarlo.

No es nuestro deber creernos sólo un cuerpo, pensar que Sólo ha sido esta vez, creer que el resto de la humanidad tiene derecho a llamarnos gordas, flacas, putas, sosas, secas, y demás lindeces que al final sólo nos relacionan con aquello tan primigenio y que suele sacar a flote nuestros monstruos. El sexo.

No somos sexo. Y por ello tenemos nuestro jodido derecho a enfadarnos con alguien que se comporta como un cerdo, a cantarle las cuarenta, sea nuestra pareja o no, a expresar lo que nos molesta, nos incomoda, nos hace sentir mal, débiles, coaccionadas, asustadas. Porque no somos nada más que personas, con todos los derechos y obligaciones que eso implica. Sin más. 

Sólo siendo conscientes de esto podremos librarnos de todos esos clichés infernales y esa supuesta y falsa debilidad que nos caracteriza y que, en ocasiones, nosotras mismas nos atribuimos.

viernes, 19 de julio de 2013

domingo, 7 de julio de 2013

Decepciones

Claro que importan las decepciones. Se van acumulando, por muy pequeñas que sean, y aunque a veces intentemos aparentar que el acto que las motiva lo hemos cometido inconscientemente no es cierto. Sabemos perfectamente cuándo hacemos daño, cuándo faltamos a nuestra palabra, cuándo estamos apartando a alguien a costa de conseguir cualquier otra cosa. En cierto sentido creo que las decepciones se dejan notar porque tenemos la certeza de que las estamos provocando. Si el desliz es natural, no provocado, entonces el sentimiento es diferente. Pero en todos esos momentos en los que intentamos acallar nuestra culpabilidad, mandarla al fondo de nuestros fantasmas sin éxito: ahí no hay escapatoria. Claro que importan las decepciones. Se acumulan siempre, pase lo que pase y aunque en apariencia no se dejen notar. Pero adentro palpitan silenciosas esperando el momento de materializarse en un arrebato incontrolado de rabia o de tristeza. Por eso importan. Porque están ahí. Junto con todo lo demás.

martes, 2 de julio de 2013

Y siempre es viernes, siesta de verano.



Pero sucede también
que, sin saber cómo ni cuándo, 

algo te eriza la piel 
y te rescata del naufragio.