A veces nos comportamos como auténticas idiotas. Nos dejamos insultar, presionar, intimidar; dejamos que hablen despectivamente de nuestro cuerpo, nuestros hábitos, de todos los estereotipos que nos crucifican. Parece que nos tengamos que sentir mal si expresamos nuestro derecho a que nos respeten y respeten, sobre todo, nuestra condición de mujeres.
Para mí resulta muy duro mirar atrás y ver cómo me han manipulado, cómo me han controlado desde la más paleta obsesión, cómo se han aprovechado de mí o cómo me han considerado débil una, y otra, y otra, y otra vez. Sólo porque parece que ser mujer significa cargar con un halo de debilidad contra el que debes luchar para que todos se enteren o el cual debes aceptar, sumisa.
No. El verdadero problema es que no debe existir esa creencia en torno a que todas portamos la debilidad sólo por ser mujeres.
Sí, me he sentido insultada, he notado cómo se aprovechaban de mí, cómo para muchos no era más que sexo y cómo aquellos pensaban que yo debía saberlo y yo debía actuar en consecuencia. Pero lo lamentable no es eso, porque desgraciadamente ocurre a diario. Lo verdaderamente hiriente es que muchas de nosotras, aquejadas de la más cruel presión social que existe, hemos creído que debíamos aguantarlo. Por eso nos comportamos como auténticas idiotas. Y ahora, a pesar de no ser más que una mindundi a la que todavía le quedan muchas experiencias y conocer muchas personas con las que enrabietarse, solamente puedo ofrecer una certeza.
No tenemos por qué aguantarlo.
No es nuestro deber creernos sólo un cuerpo, pensar que Sólo ha sido esta vez, creer que el resto de la humanidad tiene derecho a llamarnos gordas, flacas, putas, sosas, secas, y demás lindeces que al final sólo nos relacionan con aquello tan primigenio y que suele sacar a flote nuestros monstruos. El sexo.
No somos sexo. Y por ello tenemos nuestro jodido derecho a enfadarnos con alguien que se comporta como un cerdo, a cantarle las cuarenta, sea nuestra pareja o no, a expresar lo que nos molesta, nos incomoda, nos hace sentir mal, débiles, coaccionadas, asustadas. Porque no somos nada más que personas, con todos los derechos y obligaciones que eso implica. Sin más.
Sólo siendo conscientes de esto podremos librarnos de todos esos clichés infernales y esa supuesta y falsa debilidad que nos caracteriza y que, en ocasiones, nosotras mismas nos atribuimos.
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