domingo, 7 de julio de 2013

Decepciones

Claro que importan las decepciones. Se van acumulando, por muy pequeñas que sean, y aunque a veces intentemos aparentar que el acto que las motiva lo hemos cometido inconscientemente no es cierto. Sabemos perfectamente cuándo hacemos daño, cuándo faltamos a nuestra palabra, cuándo estamos apartando a alguien a costa de conseguir cualquier otra cosa. En cierto sentido creo que las decepciones se dejan notar porque tenemos la certeza de que las estamos provocando. Si el desliz es natural, no provocado, entonces el sentimiento es diferente. Pero en todos esos momentos en los que intentamos acallar nuestra culpabilidad, mandarla al fondo de nuestros fantasmas sin éxito: ahí no hay escapatoria. Claro que importan las decepciones. Se acumulan siempre, pase lo que pase y aunque en apariencia no se dejen notar. Pero adentro palpitan silenciosas esperando el momento de materializarse en un arrebato incontrolado de rabia o de tristeza. Por eso importan. Porque están ahí. Junto con todo lo demás.

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