lunes, 24 de marzo de 2014

Cuando algo se rompe y lo apañamos con una pieza que improvisamos como sea suele ocurrir que la pieza va soltándose, cada vez con mayor frecuencia. ¿Acaso no ocurre así? Cada vez que se desprende la volvemos a colocar porque sabemos que aguantará, pero también sabemos que cada vez aguantará menos tiempo, porque el pequeño invento se va poco a poco desgastando.

Creo que así funciona también la esperanza. Cuando la invertimos en algo concreto y ese algo falla, nos recuperamos de la caída y volvemos a la carga. Pero es innegable que cada vez que volvemos estamos más y más debilitados. La esperanza no es tan férrea como quisiéramos. El desgaste y el cansancio hacen mella de una manera que al principio es más bien muda pero tras varios fracasos el estruendo va siendo casi imparable. Es como cuando colocamos esa pequeña pieza cada vez más sabedores de que no va a ser la solución definitiva, y tendremos que volverla a colocar o, más bien, pensar en otro remedio.

Personalmente no me avergüenza reconocer esos fracasos, como tampoco me avergüenza afirmar que vuelvo y vuelvo a la misma esperanza, debilitada pero repetitiva en empeño. Sin embargo, cuando esa reiteración dolorosa en los desaciertos tiene lugar, sobreviene un punto muerto que dura hasta que el espíritu está preparado para un nuevo intento. Me asusta, en parte, que ese punto muerto cada vez dure más. Es como una resistencia silenciosa a la misma esperanza, que incita al abandono o a su misma renovación.

Me hallo justo ahí ahora mismo. Por eso no quiero que nadie me atienda, ni me calme, ni me cure. No necesito que nadie me ofrezca una solución mágica que me vaya a sanar este sabor insulso de los últimos días. Supongo que todo forma parte de ese punto muerto. De esa pequeña pieza improvisada. Y de la esperanza, antes de renovarla, una vez más, y portarla sin miedo pero con un desaliento particular, creciente, que, lejos de hacer juegos de palabras, cada vez se parece más a la desesperanza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y es en este momento cuando hay que fijarse en los errores por los que ha fallado ese algo concreto. Y una vez localizados, tratar de enmendarlos y tirar para adelante con más fuerza todavía ;-)

Un beso, lela.

Soñadora Empedernida dijo...

Eres de las mejores personas que sigo teniendo en mi vida :) Te veo en Semana Santa (espero).

Soñadora Empedernida dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.