sábado, 30 de agosto de 2014

Sevilla.

Sacado de rostros, 
fragmentos de conversación, 
fantasías 
y libres interpretaciones 
a cuarenta 
grados.


Dos adolescentes se dan un abrazo en una estación de autobuses como si llevaran mucho tiempo sin verse; se abrazan entre gritos jóvenes e ilusionados y echan a caminar dándose de la mano y riendo; cuando están más lejos, parece que marchan a pequeños saltos, como niños que van de excursión. Una mujer que viaja con sus padres, ya ancianos, echa a correr cuando se percata de que se ha dejado la cámara de fotos en el bus turístico. A dos calles de allí, una media de cinco hombres mayores de cincuenta años se reúnen a diario en el bar de siempre para echarse la clara de antes de comer y, si se sienten especiales, elegir una tapa de la lista escrita a tiza hace más de tres años en una pizarra. Pasando por esa misma taberna, una joven de unos veinticinco años casi se atraganta con el chicle que mastica al ver en la acera de en frente al novio de su mejor amigo cogiendo de la mano a una chica que no se parece demasiado a su mejor amiga; se le congela el nombre de él en los labios, tras estar a punto de gritarlo. Dos horas más tarde más o menos, esa mejor amiga llorará tras colgar el teléfono; se moverá entre las calles estrechas de Triana a trompicones; sin ganas de discutir, sin ganas de gritar, sin ganas de llorar descontroladamente; sólo deseará dejar de preguntarse por qué confió su corazón de nuevo si ahora está partido en dos; de nuevo. Con ella se cruzará una pareja de ancianos muy ancianos que aprietan lo que pueden el paso porque llegan tarde; turistas asentados en México, él español y ella mexicana, que disfrutan de lo que -saben- serán sus últimos días en España. Trabajando en una heladería cercana, un chaval de apenas veinte años le dará vueltas a la cabeza preguntándose si merece la pena seguir luchando por una carrera que ya no sabe si le llena; con cada pálpito de duda, se agarra con más fuerza a la fregona, intentando que el sudor de su frente disimule la amargura, honda y lenta, que se adueña poco a poco de su pecho.

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