Los miércoles suelen ser sinónimo de mal día. Los malos días suelen traer momentos y situaciones que magnifico negativamente. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Sin embargo, camino con prisa por la calle y me cruzo a un crío que no tendrá más de tres años corriendo y jugando. Miro su cara de felicidad y me parece una criatura pura, inocente, sin todavía esa maldad adulterada y humana. Sonrío internamente y se me contagia esa sombra en los labios.
Me doy cuenta de que la clave no es esperar que el equilibrio llegue a los demás. Sino en trabajar en que se cumpla el mío propio.
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