Nos veo recortados en la calle de noche y ajenos a los grupos de personas que pasan a nuestro lado diciendo y gritando palabras que nos dan igual. Pienso que quiero escribir ese momento, como si fuera a fijarlo así en una fotografía hecha de sílabas, y contar que después de abrazarte pensé que ninguno de los dos está, o estaba, acostumbrado a contar con alguien y que en mi falta de costumbre es increíble chocar siempre con tu paciencia.
Si se trata de líneas temporales, o de volver al pasado, podría hacer un mural con instantáneas en las que se nos vea comiendo comida japonesa delante de la televisión o conociéndonos en una fiesta hace un año. "Cómo cambia la vida en 365 días", y cómo manejan los hilos de nuestra existencia pequeños detalles como que mi móvil se reinicie y pierda todos los datos almacenados en él o que tú decidas contestarle a esa chica pesada que se está metiendo con Lars von Trier.
Podría poner a ese mural una banda sonora hecha a base de acordes de guitarra y de mis propios juramentos por lo pésima que soy manejando el mando de la Xbox mientras jugamos con el destino de Max y Chloe con maullidos de fondo. Podría distribuir las imágenes por toda mi pared y concentrarme en una para volver a ella, como esa noche, un sábado de madrugada, cuando me abracé a ti y supe que quería guardar ese momento sin pensarlo dos veces.
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