lunes, 27 de febrero de 2017

Y yo.

Me dijo "Si muriera hoy, moriría feliz. ¿Tú morirías feliz?", y yo le dije que sí con esa voz de atontada que dice mentiras, la misma voz con la que hacía tiempo le dije "yo también" después de decirme que me quería, aunque yo a él no, pero sí había querido a otros muchos, y había deseado a otros muchos, también después de conocerlo a él. Le dije que sí todas las veces, le dije que yo también en todas las ocasiones, y él se dormía tranquilo, feliz de verdad, dispuesto a morirse en paz. Yo no lo entendía pero cerraba los ojos y acababa sumida en ese sueño tan extraño, tan eléctrico, que por aquel entonces todavía estaba empezando a conocer. Por eso, cuando dos días después de hacerme esa pregunta, el teléfono de la casa sonó y desde el contestador automático me notificaron su defunción, sólo pude pensar en si él habría sabido, al final del todo, que yo le había mentido todas las veces.

Me vestí de negro, esquivé las miradas y me planté en el cementerio. Asistí a mi primera ceremonia y esperé, esperé largos minutos a que algo se agitara en mi interior, a echarlo de menos, a lamentar haberle mentido a pesar de que mi deber era hacerlo feliz a cualquier precio. No pasó nada, salvo el tiempo. Cuando todos se habían ido me quedé allí, rebuscando entre todas esas piedras tan absurdas, y me senté en la hierba. Observé su color y sentí su levedad, como si de verdad pudiera apreciar todo eso, y el aroma a calma de aquel lugar me erizó la piel trayéndome los recuerdos agitados de todas esas noches en las esquinas de los bares, en las sábanas de otros, preguntándome, después de la extenuación, si de verdad había sido programada también para eso.

En teoría, él me encargó para hacerlo feliz. Yo lo hacía feliz, tanto que me decía una y otra vez que podía morirse ese mismo día. "¿Y yo?" era una pregunta que yo no conocía, que yo no podía hacer, pero sin embargo me asaltaba cada vez con más frecuencia, y desentrañarla me llevaba a los brazos de otros, de otras, que sí me encendían, me volteaban, me suplicaban que me quedara con ellos. "¿Y yo?", parecían preguntarme con los ojos, cuando les decía que pertenecía a otra persona, que mi sitio estaba con él. Y yo, afirmaba yo, en mi fuero interno, en esa cavidad que, en verdad, debía estar sólo llena de nada, y, por el contrario, cada vez se llenaba de más, de tantas cosas que, aunque no conseguía echarlo de menos, me estaba empezando a alegrar de que se hubiera marchado al fin.

jueves, 16 de febrero de 2017

74.462

¿Qué son 74.462 palabras si no construyen, si no remueven, si no hablan?

Me siento cansada si ellos están cansados, sufro con ellos y ahora, sentados en una sala de espera dolorosa de un hospital del norte, la desidia se me va con ellos, y me pregunto qué pasará cuando tenga que despedirlos, cuando me miren desde las páginas acribilladas a sílabas con esos ojos de "¿Ya está? ¿Esto es todo lo que vas a hacer con nosotros?"

No quiero olvidarme de lo real. Pero, ¿qué ocurre si lo real son ellos? Si me están construyendo por dentro, y no al revés; si cada vez que me hieren, o cada vez que hiero, huyo a ellos y les sigo dando forma. En qué punto de la creación asoma la nariz la ficción. ¿Cuándo dejo de ser yo para que sean sólo ellos? ¿Eso ocurre?

Mi gente a menudo me pregunta: "¿Sigues escribiendo?", y yo en mis adentros proceso las palabras de manera diferente, y me escucho responder:

"Sigo construyéndo(me), relacionándo(me), calmándome. Sigo viviendo."

sábado, 11 de febrero de 2017

Anyone alive?

¿Y qué te queda cuando empiezas a venderte a ti mismo?

So bring on the rebels
The ripples from pebbles
The painters, and poets, and plays

sábado, 4 de febrero de 2017

Mañana.

Lo malo del amor son las canas debajo de la piel. Despertarse una mañana de domingo, con la cama caliente pero el alma fría, y observar a esa persona, que todavía duerme y parece sonreír profundamente, mientras te preguntas:

"¿Cuándo sacrifiqué mis sueños para que tú pudieras cumplir los tuyos?"

viernes, 3 de febrero de 2017

Scout Finch.

- Scout -dijo Atticus-, cuando llegue el verano, tendrás que mantener la calma por cosas mucho peores... No es justo para ti y para Jem, lo sé, pero cuando lleguen los malos momentos... Bueno, lo único que puedo decir es que cuando Jem y tú seáis adultos, quizá recordéis todo esto con cierta clemencia y con la sensación de que no os defraudé. Este caso, el caso de Tom Robinson, apela a la misma conciencia del ser humano. Scout, no podría ir a la iglesia y adorar a Dios si no intentara ayudar a ese hombre.

- Atticus, debes de estar equivocado...

- ¿Cómo es eso?

- Bueno, casi todo el mundo parece pensar que tiene razón y que tú estás equivocado...

- Sin duda, tienen derecho a pensar eso, y tienen derecho a que respeten sus opiniones -dijo Atticus-. Pero para poder vivir con los demás primero tengo que vivir conmigo mismo. Lo único que la mayoría no rige es la propia conciencia.

(Harper Lee)