domingo, 19 de marzo de 2017

Entonces se difuminan los hilos, la carne, el tiempo, las costuras que otros rompieron y crearon a base de arañazos y cicatrices. Se mezclan las pieles y las voces, se empañan los cristales de cualquier recuerdo anterior y las paredes de la habitación se vuelven líquido, mar, tormenta, sifón, vapor.

Si pudiera pensar en algo que no fueran esos hilos, pensaría en si alguna vez somos más vulnerables que como lo somos cuando chocamos, desnudos, con alguien.

Atrápame, como si no tuviera heridas, que no las tengo, porque no las siento más allá de esta habitación entumecida, que arde, y me arde el pelo, y me tumbo y veo los muros naranjas que enmarcan tu silueta, que se mueve, se fuga, me vuelve y me habla, sin aliento, sin cuerda ni lamentos más allá de esta casa, que se viste diferente cuando tú estás desnudo, como si fuera nueva, y la acabáramos de estrenar, cada vez, cada pelea en la que acabamos conquistando el mismo terreno inhóspito, conocido, nuestro, infinito.

Si pudiera pensar en algo que no fueran tus hilos, pensaría en dónde estabas antes, hace tiempo, cuando no existíamos todavía porque no nos habíamos conocido.

Si no te conozco,
no he vivido
(...)
LC.

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