Parece mentira que hace un año me sintiera nerviosa al mirarte y estuviera escribiendo un glosario con tu nombre, aunque nadie lo sabía, ni siquiera tendrías que haberlo sabido tú. No sé si eres consciente de todo esto, creo que todavía no (conociéndote, seguro que no), pero ya me encargo yo de recordarte que los viernes tienen tu forma, los fines de semana tu tacto suave y el resto de semana el fulgor de tus ojos (castaños, o verdes, o casi transparentes), para que me guarde esos días, mientras volvemos al mismo bucle y me pregunto si sabes con qué fuerza te quiero.
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