Esto es un caos. Lo sé, lo sé y lo siento en las paredes de mi estómago. Estoy llena de sensaciones agitadas que zumban en mis adentros como cien millones de avispas enfurecidas.
Pero, aun así, cuando se calman por un solo minuto me encuentro con una certeza que rellena todos mis huecos internos. Mis días están más vacíos sin ti. Y no lo digo en un sentido que contradiría todas las lecciones de la psicología, el auto-cuidado o cualquier tipo de religión. Es simplemente un hecho, una mariposa que sobrevuela el campo de batalla cuando todas las avispas están agotadas y adormecidas. En todos mis rincones, sigue existiendo una sombra que me lleva a tu nombre y a nuestras rutinas, como la tinta permanente de un rotulador que no se borra por mucho que frotes en cada ducha.
Pero vuelven las avispas. Cojo aire. Y, exhausta, me vuelvo a poner en guardia.
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