¿Todavía me lo preguntas? Todavía. Y encima me miras con esa cara como si yo estuviese loca o de repente la cuerda fuera yo y todo hubiera cambiado. Cambió hace mucho. Y tú lo sabías, y yo lo sabía, pero intentaba salvarlo, ¿sabes? Aunque no fuera el modo adecuado, aunque me equivocara, aunque siempre digas que me equivoco. Siempre, ¿eh? Sí, siempre. Porque nunca me cansé de esperar que dijeras esa palabra, incrédula perdida; y pensar que no me decías la verdad cuando asegurabas que no la decías porque no creías en ella. Ese fue nuestro principal problema: que dejamos de creernos. El querer estaba en el aire, a veces sí, otras no. Había días en los que hacíamos el amor con amor y otros en los que simplemente hacíamos, o hacías tú, o hacía yo. Pero nada más. Todo vacío.
Y ahora me vienes con estas... Increíble. Este punto infantil me desespera, porque no es que crea que somos unos niños. Ya no, quizás antes sí, pero ahora no lo somos. Nos anulamos la niñez con cada mirada, porque están cargadas de ira y de rencor y eso no lo pueden sentir los niños. Me da miedo sentirme tan adulta contigo. Sobre todo ahora, justo ahora, que no creo lo que oigo, pero es cierto, me lo has preguntado. ¿Que por qué? Porque antes aprendí a esconderme en cada esquina si era para besarte. Y después nos sorprendíamos escondidos en las esquinas dándole vueltas al reloj para que llegara más rápidamente la hora de separar nuestros caminos.
Menuda gilipollez. De la que estoy hecha. Tienes razón en lo que dices, y tienes todo el derecho de preguntar. Pero es que te echaba de menos teniéndote a tres centímetros y me estaba volviendo loca porque era capaz de entenderlo. Por eso lo hice. Y no me arrepiento, porque no me gusta arrepentirme de lo que hago, pero sé que hice mal. Tal vez fue un maquillaje de la realidad, pero no sé. Por eso hice remiendos con las palabras que me dijiste cuando todavía me querías. Por eso miento.
Y ahora me vienes con estas... Increíble. Este punto infantil me desespera, porque no es que crea que somos unos niños. Ya no, quizás antes sí, pero ahora no lo somos. Nos anulamos la niñez con cada mirada, porque están cargadas de ira y de rencor y eso no lo pueden sentir los niños. Me da miedo sentirme tan adulta contigo. Sobre todo ahora, justo ahora, que no creo lo que oigo, pero es cierto, me lo has preguntado. ¿Que por qué? Porque antes aprendí a esconderme en cada esquina si era para besarte. Y después nos sorprendíamos escondidos en las esquinas dándole vueltas al reloj para que llegara más rápidamente la hora de separar nuestros caminos.
Menuda gilipollez. De la que estoy hecha. Tienes razón en lo que dices, y tienes todo el derecho de preguntar. Pero es que te echaba de menos teniéndote a tres centímetros y me estaba volviendo loca porque era capaz de entenderlo. Por eso lo hice. Y no me arrepiento, porque no me gusta arrepentirme de lo que hago, pero sé que hice mal. Tal vez fue un maquillaje de la realidad, pero no sé. Por eso hice remiendos con las palabras que me dijiste cuando todavía me querías. Por eso miento.