La lluvia me ha puesto triste. No puedo achacar, claro está, mi estado de ánimo a la suave tormenta prolongada que ha tenido lugar durante la tarde-noche. Pero ha sido atravesar las calles mojadas y olerlas desde dentro, y al llegar a casa se me ha venido encima la indignación, el absurdo, el cansancio y, finalmente, la tristeza.
Quizá sea porque ha sido un día duro pero he querido verlo cubierto por rayos de sol. No digo que esté mal; prefiero mil veces -y más- verlo así que no todo a oscuras. Adónde va a parar. No obstante, ahora me pregunto si lo que he hecho ha sido superar estas pequeñas cosas que han hecho al día duro, o las he escondido debajo de la alfombra. Por eso en mi silla, tras llegar a casa, he recordado una sarta de problemas físicos que han desprestigiado tardes que me podría haber pasado viendo la tele en un sofá ajeno, o pensando y ahogándome, como siempre últimamente, en de qué me iba a servir. De qué me puede servir. Y esconderlo, a su vez, porque no quiero que nadie me diga te lo dije. Prefiero estar yo sola, con mi culpa y mis demonios, enzarzándome con ellos y enseñándoles las uñas aunque flaquee.
Sin embargo, lo que me anuda la garganta ahora que me he lanzado a escribirlo son mis ojos empañados mientras veía la grabación de nuestra última actuación. Y esta vez esta palabra, última, tiene mucho más significado. Y es que mientras que nos veía magníficos, recordaba las voces de mis compañeros de escena diciendo que no iban a seguir. Que esto se acaba, y se acaba ya, aunque no quiera verlo. Tras cinco años la llama se ha consumido, y no me parece injusto; tan solo sé que ha sido maravilloso. Quedaremos unos cuantos, tal vez los más idiotas por agarrarnos al recuerdo o los más arriesgados, pero algo podremos hacer. Si algo tengo claro es que no quiero dejar escondida esta parte de mí.
Así que aquí he llegado. Preguntándome por qué no tengo ilusión por mañana. Tal vez por la reprimenda de la que también vive aquí: mañana actúo, y ella me ha hecho la comida; no se acordaba de que mañana actúo. O porque sé que puede ser la última.
O no sé. Que llueve con fuerza. Por fin. Hoy la tristeza está guerrera.
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