Me cuesta mucho escribir algo que se extienda más de un par de páginas. Por eso casi siempre escribo escenas sueltas que me vienen a la cabeza de repente -suele ser en forma de una frase del diálogo que luego reproduzco- y que no dejan de ser representaciones de algo que siento. Muchas veces me maldigo porque puedo llegar a ser realmente incapaz. No puedo desarrollar adecuadamente una historia.
De todas formas, les acabo de dar vida a Alberto y a Lola. No sé si será una vida que les satisfaga, sobre todo a mi pobre Alberto y a cómo echa de menos a ella, pero sigue teniendo a Lola. Les he dado un final distinto al que tenía pensado, y todo fue porque el jueves después de la universidad me los encontré.
Estoy segura de que eran ellos. Yo estaba esperando al tren y de pronto me encontré con los rizos de Lola. Una Lola diminuta que me miraba de soslayo y muy tímidamente para ver si yo le volvía a sonreír o le sacaba la lengua otra vez. Alberto la cogió en brazos y juntó su nariz con la nariz diminuta de la pequeña Lola, y las risas de ella me hicieron decidir que ese iba a ser mi final. Eran ellos, aunque tuvieran otros nombres y mi hipotético Alberto no tuviera a nadie que echar de menos, pero yo sentí que eran mis personajes, justo delante de mí, de carne y hueso.
Así que les he dado ese final, al fin y al cabo he hecho sufrir mucho a Alberto durante las largas y difíciles páginas. Se merecía un descanso, las risas de Lola. Además, yo no sé decir si creo o no en las señales... pero de vez en cuando me gusta seguirlas.
2 comentarios:
No sabes con cuantas ganas espero poder leer un texto tuyo e imaginarme a mí mismo encarnando esa historia.
Y no te angusties, verás como tus historias aumentan poco a poco. Seguro que Alberto y Lola están ahí, bailando sobre el papel y contandote lo que les pasa.
Te quiero soñadora. Te echo de menos.
Creo que te equivocas :) eres muy capaz. Quiero saber más sobre Lola y Alberto :) ¿cuándo será eso? Un beso muuuy grande! :) Para mí, eres de las mejores.
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