-¿Qué te has hecho en el brazo?
-Nada.
-¿Cómo te has hecho ese corte?
-No te importa. Déjame.
-Que cómo te lo has hecho.
-Que no te importa. Déjame en paz, te lo pido por favor. ¡Vete!
-No te suelto hasta que no me lo digas. ¡¿Quién te ha hecho eso?! ¿Qué coño te has hecho en el puto brazo?
-¿Quieres saber que me ha pasado? ¿Eh? Pues mira aquí. Y aquí. Y aquí, joder. Y este. ¿Te gusta? ¿Has visto que no sólo es el puto corte de mierda?
-Qué... qué te han hecho... ¿De dónde vienen todos esos moratones? Por favor... ¿qué es todo eso?
-Tenías que verlo, eh...
-Vístete.
-A sus órdenes.
-¿Qué ha pasado?
-¿Sabes de lo que te reías siempre? De ese club al que iba. Niños retrasados, les decías... Mira que eres gilipollas. ¿Te acuerdas o no?
-Claro que me acuerdo. Estabas ahí todo el jodido fin de semana. Con los críos...
-Sí, con los críos.
-Bueno, ¿y?
-No dejaban de venir, ¿sabes? Venían a reírse, a meterse con todos... Todos los días. Al principio sólo de vez en cuando, pero debieron de encontrar un divertimento o algo y empezaron a venir cada puto día... Los niños sufrían, pero ya sabes cómo son, vamos, si antes me escuchabas... Se mantenían felices, en su mundo. Pero ni siquiera así dejaron de venir. Llamamos a la policía y no hicieron nada. Que los ignoráramos, que eran más estúpidos que nosotros y que eso era todo. Serán hijos de puta... ¿Qué coño nos importábamos nosotros? Los importantes eran ellos, ¿comprendes? Claro que eran estúpidos, por no saber mirar más allá de lo que eran esos niños... No sabían mirar. No sabían.
-¿Y luego qué?
-Comenzaron a sobrepasarse. Empezaron a saltar las vallas y a meterse en el patio, a meterse con los niños, hasta que los echábamos. Pero un día cruzaron el límite. Guarros de mierda.
-¿Qué hicieron?
-Comenzaron a tocar a las niñas a escondidas, y también a algunos niños. ¿Sabes lo que es eso? Hay que estar enfermo, joder. Al principio no nos enterábamos. Dios, esos niños no dicen nada de eso... Tienen miedo a que sea culpa suya y alguien se enfade. Pero los notábamos callados, reacios a las caricias, miedosos. Algo raro ocurría. Algo muy raro. Hasta que lo vi... Dios. Lo vi.
-¿Qué viste? ¿Qué narices viste? Me estás asustando.
-La estaba violando. En mis narices. Por favor, si hubieras visto su cara... Salió corriendo el muy cabrón. Claro, qué va a hacer sino correr. El caso es que no pude más. Me volví loca, fue algo fuera de lo común, no me reconocía a mí misma. Salí detrás de él y vi que los demás lo estaban esperando. ¡Salieron corriendo todos! Putos maricas, huyendo de una tía como yo. Pero los seguí. No había corrido tanto en mi vida. Sentía una fuerza superior, inagotable, y ni siquiera me cansaba. Sólo quería verlos sufrir.
-Eh... ¿qué-qué les hiciste? ¿Qué pasó?
-Se conocían el barrio peor que yo. Se encerraron ellos solos.
-¿Perdona? ¿Qué hiciste?
-No están muertos, no flipes. Pero tampoco sanos. Como bien has visto, yo también recibí. Ya me visto, ya voy.
-Joder... Ahora sí que me siento gilipollas. No sabía que eras capaz de hacer algo así. Es decir, tú... No sé. Qué huevos. No-no te habría imaginado.
-Bueno. Tal vez tú tampoco tienes ni puta idea de lo que es mirar más allá.
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