miércoles, 25 de julio de 2012

Estaba escribiéndole un mensaje en inglés a Aleksander, pero he parado para ir a desmaquillarme y me he quedado unos segundos mirándome al espejo. Estaba sonriendo levemente, con una de esas sonrisas que se llevan puestas horas y no surgen de repente como un chispazo. Y mis pies han vuelto al verano pasado y en ese momento sí que ha habido un destello.

En estos últimos meses he descubierto más de mí misma de lo que hubiera llegado a pensar nunca y, aunque el dolor forzó el mecanismo, ahora puedo mirarme en el espejo y sonreír. No me he dado cuenta de todo lo que he vivido hasta que me he topado con gente que buscaba resolver dudas que yo ya había sufrido y he visto en su estela torcida remembrazas de lo que yo fui un día.

Sé que mi pena ha salpicado a más de uno, pero lo he intentado hacer lo mejor que he podido. El resultado, no sé si bueno o malo, lo encuentro en unos envejecidos pero íntegros ojos castaños, las ojeras perpetuas, la comisura de los labios a punto y la piel brillando por nuevas experiencias, segura de querer probar otros oxígenos y otros vientos menos conocidos. Lo encuentro ahí. Justo en mi reflejo en el espejo.

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