- Era una canción chunga, ¿vale? Estaba caminando por la calle escuchándola como tantas otras veces pero nunca había reparado en lo que decía. Hablaba del amor que no es amor, ¿sabes? La cantante gritaba casi desgarrada que la estaban utilizando, que se iba a plantar, que no iba a dejar que volviera a pasar nunca, que iba... que iba-ba a ser fuerte. Fuerte. Lo decía, ¡lo decía varias veces! Que sería más fuerte y más valiente. Creo que decía eso, porque es una canción en inglés y a veces parece que las entiendo pero las palabras dicen algo diferente a lo que yo pienso. Bueno, es igual, es igual... El caso es ese, que la tía estaba jodida, jodida de verdad, y por eso cantaba así. ¿Y sabes en qué pensé? Joder, ¡pensé en mí! En mí y en ti, me cago en todo. ¿Cómo va a ser amor si oigo una canción de una tía puteada y pienso en nosotros? Me sentí horrible por pensarlo, pero no me lo pude quitar de la cabeza. No la volví a escuchar pero resonaba la música, y la letra, en mi cabeza. Dios... No se callaba. ¡No se callaba! Pero, ¿por qué de repente? ¿Por qué no me había dado cuenta antes? Vaya mierda. La tía jodida era yo, ¿entiendes? La que era utilizada, a la que le mentían y a la que le daban hostias por todas partes. Joder, joder... ¡Joder, que era yo! ¡Yo! Entendí que me estabas jodiendo, pero lo peor es que yo me había dejado durante tantísimo tiempo... ¿Lo entiendes ahora? Lo entiendes, ¿verdad? Tienes que entenderlo. La tía de la canción era yo...
Llegó un momento en el que su respiración nerviosa fue más fuerte que su confusa voz. La tía jodida de la canción era ella. Intentó calmarse, pero no pudo. Se miró las manos, encarnadas, cubiertas del rojo más intenso. Casi lo sentía palpitar todavía muerto en sus palmas. Se peinó, nerviosa, llenándose el cabello de esa sangre. Pero, de pronto, sonrió, río, se cubrió de carcajadas. El silencio le había revelado algo.
Había dejado de escuchar esa canción en su cabeza.