Sé que te quiero porque llego a casa y te veo por todas partes, y te quiero ver por todas partes. Te imagino caminando despreocupado por el pasillo, yendo y viniendo de la cocina, después de un café o unos fideos chinos, y te encuentro después esperándome en la cama, mirándome desde abajo con las manos apoyadas en la nuca y tu media sonrisa que tanto me habla de nuestros primeros días. Sé que nos queremos porque así me lo dice el rastro que vamos dejando los dos y que el otro va siguiendo, guiados por la misma luz.
Sé que te quiero porque te hablo constantemente en mi cabeza, porque a todas horas compongo cosas que decirte, aunque luego no me acuerde o no consiga sacarlo tal y como me lo había imaginado antes de escribir. Sé que nos queremos porque somos capaces de curarnos mirándonos a los ojos, y de hablarnos para compensar la calma que le falta al otro aunque a veces no se nos dé del todo bien coordinar nuestro mal humor.
Mírame, te diría ahora si tuviera la suerte de robarle la madrugada de un lunes a esta rutina tan fría de entre semana. Y me quedaría mirándote, simplemente mirándote, después de un bostezo y parpadeando mientras pienso: En apenas un par de parpadeos más, se dormirá. Ojos cerrados de calma y hogar.
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