sábado, 12 de junio de 2010

Ya no soy la chica de doce años que soñó de golpe cuando llenaste su cabeza de nombres, obras, recuerdos y sensaciones. Ya no lo soy, porque he crecido, pero sigo soñando con la cabeza llena de historias: más serias y creibles, pero historias al fin y al cabo, y todo el mundo sabría que sería mentira decir que a veces no sueño cosas imposibles.

Tengo grabadas en la memoria cada frase. Cada personaje. Cada punto álgido de la representación que me hacía vibrar o me libraba de la presión de soltar al texto o, simplemente por la trama, lo amaba. He tenido que aprender mucho y experimentar sensaciones que no concebía pegadas a mi piel, pero aquí está la magia. En la mentira y la falsedad que creamos de tal manera que parezcan ciertas. Una farsa, como siempre, como cuando nació esta fiebre hace miles de años.

Recuerdo a Quiteria y su mal genio, y recuerdo también la primera vez que le grité a Nacho y cómo abriste la boca porque ¡hay que ver qué mal genio tiene esta chica! Muy bien, Elena, ¡muy bien! También a la angustiada sin más sobrina del Quijote. Y a todos los personajes que me poseían cuando nos calzábamos la nariz de payaso de siempre y enmudecíamos para aprender a expresarnos sin las palabras.

Y llegaron más. Llegó Greta, Rania, Pluma Blanca, Pata Negra y el abanico de nombres enrevesados que nos dejó Bocaccio como legado y que estaban recogidos en la sencillez absoluta de Dama 1 (Giacmina, Falopina, Tessa, Myriam...).

Pero, como te dije ayer, el que verdaderamente me ayudó a crecer fue Pata Negra. De su voz ronca y su cojera conseguí construir una parte de mí a base de días tristes, lágrimas de impotencia y esfuerzo. Pero lo conseguí, lo conseguimos, y ahora soy como soy en parte por ella. En parte por ti.

Cuando alguien diga que esto no sirve para nada es que no ha hecho teatro nunca. De ninguna de las maneras: no sólo en un escenario, sino también con cualquier broma inocente una noche de risas, un momento de drama. No será consciente, pues, de la cantidad de vidas que llegamos a vivir los que actuamos -los locos que actuamos-, los sentimientos que conocemos... ¿No se erige como un privilegio la posibilidad justificada de dejar de ser tú? Completamente. Para bajar y recobrar mis sueños, mi timidez, mi futuro palpitante que me aguarda unido a este mundo. Es lo único que sé.

Eso y que ha sido tan maravilloso que no puedo estar triste. Que te echaré de menos, muchísimo, pero volveremos a encontrarnos. Porque, en realidad, buscamos la inmortalidad, y somos inmortales.

La vida... No tiene fin.

domingo, 6 de junio de 2010

Era la dueña de la luna entera. En sus manos tenía el patrimonio más rico que había conseguido nunca. "Te guardas uno para después, ¿eh? Ahora si quieres te comes uno; pero sólo uno, señorita." Ella había contestado obediente a su madre que sí, pero lo que su madre no sabía, desde esa gran altura que le otorgaba tanta sabiduría, era que la había sumergido, a la vez, en la peor disputa de su vida.
Se sentó en su rincón de pensar y luego cambió de postura tumbándose de lado y sintiendo el frescor de las baldosas. ¿Cuál? Por un lado... pero por el otro... Recordó todas las historias que le habían contado y que empezaba a leer bien orgullosa de sí misma y se sintió una heroína. Iba a ser valiente, valiente de verdad, una verdadera heroína merecedora del trono hecho de polvo de estrellas que la aguardaba en la luna. Su decisión iba a ser muy importante, y era consciente, pero iba a obrar con justicia y sabiduría. Aunque no fuera tan alta como su madre.
Respiró hondo dos veces, frunció el ceño y se sintió mayor. Con estudiado cuidado, desenvolvió, finalmente, el envoltorio dorado. Lo observó unos segundos y prosiguió la operación con suma concentración. Apenas el caramelo había rozado su boquita, pensó que había cometido un error incalculable. ¡Cómo iba el trono de la luna a pertenecerle así! Tendría que haber elegido el otro, estaba claro. Pero el caramelo ya se deshacía en su interior, y tragó sin lograr disfrutar su sabor.
Se quedó pensativa un instante. Tal vez dos. Se aseguró de que el pasillo de su casa estaba desierto, desplegó a todo su equipo de seguridad imaginario, y desenvolvió el otro caramelo sin hacer ruido. No se iba a enterar nadie. En su mente sonaba música de intriga, como la de las películas de mayores, y entrecerrando los ojos saboreó el caramelo verde.

No supo por qué, pero mientras el segundo se movía en su garganta pensó que todo eso del trono de la luna era una tontería y que qué deliciosa estaría en ese mismo momento una gran tarta de fresas.

viernes, 4 de junio de 2010

Hay veces que cuando sonrío me siento ridícula. Muy ridícula. Pienso que es porque sé que a mi sonrisa plena le acompañan mis pómulos que suben, y la barbilla que se afila todavía más. En mi interior pienso, mientras sonrío, que debo de estar espantosa. Vista desde fuera. Pero si sonrío tanto para sentirme ridícula es porque el momento lo merece.

Porque también tengo otras sonrisas. La media, la tímida, la triste, la educada y la que suspira. Hay miles. Y en ocasiones me han dicho que es preciosa, pero yo sigo viéndome más guapa seria. Con los músculos relajados y en calma, yo totalmente en calma. La tristeza es otro cuento, otro escenario donde actuar, pero entonces no pienso en si estaré bonita o no. En esos momentos sólo hay abandono y apatía (supongo que todos os conocéis en esos momentos, cuando ya no preocupa si estás guapo).

Lo noto sobre todo en los pómulos, que al subir acompañados de mis mofletes me dan un aire a veces diabólico. A mí no me gusta. Porque además me empequeñece los ojos y mira que es paradójico: cuando sonrío es cuando más grande tengo la mirada.

martes, 1 de junio de 2010

Debería descorchar una botella de champán, o algo así, pero no puedo. Me he dado cuenta de que después de todo esto me tengo a mí misma, y es una sensación extraña, porque es como si no pudiera salir de aquí. Después de días y días de sonrisas torcidas y miradas borrosas después de haber estado sobre los apuntes... Ya está. Se ha ido. Prácticamente cualquier resquicio del instituto está siendo borrado en estos momentos. A él volveré, me imagino, como un antiguo polluelo más, a contar qué es de mi vida, la carrera qué tal. Y todo eso que se dice.

Simplemente perdida. Tras la alegría inicial y las felicitaciones diversas, me hallo en un torbellino. Sólo una semana más, un último empujón, y en tres meses... Todo sería más fácil si comenzara a beber champán, ¿no creéis? Pero sola no tiene mucha gracia. Just a week.

sábado, 29 de mayo de 2010

Para algunos es una manera de supervivencia y una forma de expresarse, mientras que a otros les pilla de sorpresa y no salen de ella hasta que se rompe. Para todos, no obstante, el juego se quiebra cuando lo besas. Siempre es así.

Hablo de ese tipo de sensación de la sutileza flotando entre dos corazones que se aceleran cuando se aproxima el cuerpo que provoca ese compás. El acercamiento, las manos recorriendo emplazamiento estratégicos: aquellos que fijan la frontera entre llamar a la puerta y atravesarla de golpe. No sé si a los cuarenta años seguirán este tipo de juegos peligrosos, pero puedo asegurar que los abanderados absolutos somos los jóvenes.

Como ayer leyeron, en estos momentos lo que importa es el camino que recorres. La finalidad es importante, pero no marca más que eso, un final; todo lo interesante se teje antes de las manos que se encuentran y dos labios que se buscan por fin de manera directa. Lo que despierta los aleteos del alma más física es la búsqueda indirecta de esos labios, el roce, las miradas, la media sonrisa y los pasos estudiados que deben parecer totalmente naturales. Se desea el encuentro, pero se disfruta el proceso de encontrarse.

Por eso insisto en que el beso tiene que ser, casi seguro, la vuelta a la realidad. Porque allí se acaba el camino y, aunque pueden abrirse nuevas fronteras, los más asiduos a estos juegos prefieren volver a empezar con otras cartas diferentes. Me viene a la cabeza esta reflexión mezclada con los recuerdos de anoche; oficialmente se llama atracción sexual, pero a mí también me gusta llamarlo misterio.

sábado, 22 de mayo de 2010

retrasado, da.

(Del part. de retrasar).

1. adj. Dicho de una persona, de una planta o de un animal: Que no ha llegado al desarrollo normal de su edad.

2. adj. Dicho de una persona: Que no tiene el desarrollo mental corriente. U. t. c. s


Permitidme, si no es mucha molestia, corregiros. Cuando algo se os revuelve adentro y decidís que sois los mejores justicieros sobre la faz de la tierra. Y los justicieros hacen justicia, y por ello os ensuciáis la lengua con el insulto fácil.

Hoy lo he visto claro. En la biblioteca, mi nuevo hábitat natural, ha entrado un chico con pasos felices, sonrisa infantil. Y al verlo han surgido las bromas, las risas, las caras de susto cuando se dirigía a gente que conocía y éstos se mofaban en su rostro. Luego ha venido su hermano, al que todos los inteligentes conocían, y nadie se ha atrevido a sonreír con superioridad. He podido sentir la protección que emanaba del hermano menor, que sin quererlo se convirtió en hermano mayor cuando tuvo que cuidarlo, y me he sentido profundamente avergonzada por todos ellos. Aunque en el fondo sé que es porque no saben lo que se siente.

Luego, a diario, me quedo exhausta de observar cómo decenas de personas que en ocasiones perturban mi alrededor se sienten justicieros con la palabra retrasado en la boca, a modo de insulto. Esta sociedad de eufemismos en exceso ha provocado que el adjetivo se convirtiera en algo peyorátivo, pero en sus inicios solamente describía una condición con la que se nace, generalmente, y que marca una vida y todas las vidas en las que repercute.

Yo que sé lo que es, que lo contemplo todos los días, con su rutina establecida, su eterna estancia en el país de Nunca Jamás (porque envejecen sólo por fuera), su alegría de niño. Sus ojos de niño. Los ojos de mi tío. Yo, que sé lo que es, que lo vivo, y que escucho mil veces el insulto en diferentes ámbitos, quiero un minuto de atención.


Porque es deplorable que, haciendo uso del insulto, coloquen al mismo nivel de las bocas inteligentes que lo dicen a mi tío y al chaval de la biblioteca. Porque estoy segura de que los últimos son, muchas veces, mucho más honrados y más sinceros con ellos mismos y con los demás que todos los demás humanos de la Tierra.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Realmente es mi culpa? La euforia ha desaparecido. Sé que volverá mañana mismo pero la quiero ahora, porque la he sentido durante todo el mes y no quiero que se vaya ahora. Es demasiado doloroso darse cuenta de que dieciocho años son insuficientes. No dejo de ser la cría inútil que se arrastra por un poco de apoyo. Por que, alguna vez, me digan que todo saldrá bien, en lugar de dibujarme todos los lados malos del asunto. ¿Sabéis qué? Creo que no se puede educar a un hijo haciéndole creer que no va a salir bien para que el golpe, si llega a caerse, duela menos. El golpe duele siempre. A veces incluso más, cuando sientes que estuvieron acertados en no confiar en ti. Puedo gritarlo más alto pero no más claro. Los quiero, pero eso es todo. He dejado de pensar que van a ayudarme, y por eso ahora me duele.

Mañana pasará. Seguirán los días. Y probablemente esos días me lleven a 300 kilómetros de aquí. ¿Se darán cuenta entonces? Quién sabe. Creo que una parte de mí desaparecerá para siempre, y sé que temen que eso ocurra.

domingo, 9 de mayo de 2010

Me parece absolutamente hipócrita que -yo misma- critiquemos una historia de España que se nos antoja cargada a la espalda. Lo toleraría si el lastre del pasado nos impidera emprender un nuevo futuro. Pero vale ya de heroismos débiles. Lo debemos de llevar en la sangre, en la genética, no sé, algún alelo muy cabrón que nos cayó a todos en gracia cuando fuimos concebidos. No cambiamos ni aunque nos pongan en las narices cifras que muestran gente que murió por no ponerse de acuerdo.

He asistido al espectáculo más atroz de mi vida. Dentro del límite de riesgos y guerras que he vivido, el más atroz. Ver cómo gente de diecisiete a veinte años no se ponían de acuerdo a la hora de organizar una cena que, en teoría, es para disfrute de todos. Para que en nuestra vida que empieza tras este verano conservemos un buen sabor de lo que dejamos atrás.

Sin embargo, preferimos anteponer el victimismo, las modas, los amiguismos y la bandera que enarbola cada uno, aunque esa bandera que nos parece tan auténtica no sea más que la falsedad reflejada de una sociedad que nos arrastra. Modas. Tu amiga, tu amigo, tu chico, tu chica, el que te cae mal, el que te cae bien. ¿Resumo? El que te anula.

Soy una defensora incansable de mi generación. De los jóvenes. De acabar con los tópicos que nos acechan y nos impiden desarrollarnos al cien por cien. Pero ahora, ahora mismo, soy consciente de que si el futuro del país estuviera en nuestras manos, en las manos de cincuenta adolescentes que no han aprendido aún a comprender, acabaríamos en otra guerra civil que nos dejaría miles y miles de cadáveres con la incomprensión todavía en el rostro.

sábado, 8 de mayo de 2010

-¿Qué estudias?
-¿Perdón?
-Que qué estás estudiando, porque te he visto salir de aquí.

Le digo que hoy me toca estudiar a Kant y su razón práctica, y confiesa entre dientes que no tiene mucha idea de filosofía.

-Yo hasta hace dos años tampoco, eh. Pero ya me tocaba...

Me he sentado en su banco sin darme cuenta de que había otra persona allí. Por eso ahora me fijo en su cara y se me antoja un desconocido en el que se puede confiar. Una tontería viniendo de mí, ya que siempre me palpita adentro la desconfianza. No sé muy bien por qué, le digo que me he sentado porque quería estar sola, pero no lo estoy echando, y creo que me comprende.

-¿Necesitas más tiempo para estar sola? No te asustes, lo digo porque te veo a menudo por aquí y hasta cuando hay gente contigo pareces ausente.
-Deberías darme miedo ahora mismo...
-No pareces asustada.

Tiene razón. Ni siquiera tengo miedo. Llevo unos días en los que los sentimientos desfilan delante de mis ojos sin penetrarme de verdad. O unas semanas, unos meses... no lo sé. Sólo entiendo que esta resignación me está dejando fuera de juego, y que ya no concibo un día sin mi rostro serio. Se lo hago saber por eso de la extraña conexión que sientes con alguien que no conoces cuando le cuentas tus cosas más íntimas, tal vez porque sabes que, si te juzga, probablemente no lo va a hacer acertadamente.

-También estoy nerviosa, porque pronto actúa mi grupo de teatro, y es la última vez. Y, no sé, tengo un mal presentimiento.
-Así que eres actriz, ¿eh?
-Algo así.
-¿Y os lleváis bien?
-¿Entre nosotros? Hay de todo, la verdad. A ratos. Hace poco uno nos echó en cara a los demás que no habíamos movido un dedo, y me molestó bastante, porque ha sido un año muy difícil, ¿sabes? Bueno, como todos los que estén como yo, supongo. Y me he intentado esforzar por llevar todo bien, pero... No sé. No sé si todos los que están como yo se sentirán así.
-¿Así? ¿Cómo?
-Vacíos.

Le invito a venir a vernos el viernes que viene, señalándole con el dedo que es enfrente, que está cerca si vive por aquí. Me dice que le gustaría venir, y que espera que no se le vaya de la cabeza, que si lo vuelvo a ver esta semana se lo recuerde. Yo asiento, y me dispongo a irme, pero parece que se le han quedado bailando en los ojos mis palabras de antes.

-¿No te satisface tu vida? ¿Por eso te sientes vacía?

Me sorprendo. Qué pregunta más rara. Pero me hace reflexionar.

-No, no creo que sea eso... O sea, no es eso. Pero siento como si ya no supiera retener lo que antes retenía, ¿sabes cómo te digo? Soy como un maniquí. Estoy echando por la borda relaciones, conversaciones, silencios, todo lo que parece que nunca importa. Pero importa y mucho. Más que estudiar.
-¿De veras?
-Claro... Y ahora me tengo que ir, ya sabes.
-¿Adónde?
-A estudiar.

lunes, 3 de mayo de 2010



Otorgado por Nada más importa, de Mi vida en palabras.


Reglas del premio:

1- Agradecer a quien te lo dio:
Porque se contradice siempre. En su firma deja patente que nada más importa, pero es falso, porque sus palabras importan y sabe demostrarlo. Y porque esto también importa, porque me ha llenado de ilusión. Gracias :)


2- Porqué te gusta/n su/s historias?

Porque (curiosamente como su última historia) sus palabras suelen estar en blanco y negro, y es como muchas veces me salen a mí. Porque me veo en sus historias, en su vida en palabras, porque antes que las letras ella pone el sentimiento. Por eso me gustan. Y, además, sabe darles un toque estético que me encanta y sabe que envidio.

3- Qué te llevó a escribir tu historia?

Quince años y mucho tiempo libre. Noches en el ordenador, ganas de escribir, de vivir de una vez, de comerme el mundo. Muchas cosas que contar y mucha inocencia. Quería construir mi mundo para que los demás me conocieran, y a lo tonto ya estoy aquí. Tres años después. Y, de vez en cuando, sigo buscando tiritas.

4- Pasárselo a 5 blogs:
  • En busca de sonrisas porque espero que así crea un poquito más en ella. En que vale tanto como sus palabras, que sus actos son tan apreciados como los de cualquiera. E incluso más. Sigo pensando que llegarás lejos, y si sigues sin quererte... ya te querré yo por las dos. (Además, tiene enchufe),
  • Sun of Mayas porque en sus delirios encontré una vía para seguir muchas noches y porque me hacían soñar sus palabras. Era Rubbens Carnívoro y parecía inalcanzable; es el testimonio de lo curiosa que puede llegar a ser la vida. Y, además, porque sé que no pasará el premio... Lo conozco demasiado bien (y quiero ponerlo a prueba).
  • En busca de ideas porque ÁNIMO. Me veo reflejada en su estrés (generación del 92) y hace reflexiones realmente buenas. Las espero de vuelta en dos semanas. Millones de kilos de suerte y fuerza, señor Yonseca.
  • Palacio de cristal porque hace honor a su nick. Cada comentario suyo me anima y me llena de euforia. En sus historias me transmite las ganas que a veces me faltan, y es algo que valoro mucho. Sigue escribiendo, y dándome una parte de ti.
  • El cajón de los pinceles de Damned. Por la dosis que me da de arte, y porque espero que perdone que la siga más entre las sombras.


Gracias otra vez a Nada más importa. Os prometo más historias cuando no me puedan las ganas y el sonido del reloj.

lunes, 26 de abril de 2010

-¿Por qué lloras?

Hacía quinientos días, por lo menos, que no había silencio en el terreno. Ni un momento de paz, de calma robada al frenesí de una vida media. Medio vacía, medio llena. Los gritos dejaron paso a los disparos, a la tensión, a la condena de la espera. Ya no había revolución. Ya no quedaban canciones de aliento mientras cualquier herida sangrara todavía. ¿Qué esperábamos? La muerte y la libertad a veces deben mezclarse, pero esto era demasiado. Teníamos tanta muerte pegada al cuerpo que no había sitio para la utopía. ¿Qué utopía, joder, qué puta utopía nos quedaba después de esto? Las manos nos temblaban mientras sujetábamos los naranjeros porque la rabia era demasiada. Y el miedo. El cansancio. El echar de menos. Queríamos tiempos mejores, una promesa de unidad y de sacrificio colectivo, pero a qué precio. Olemos a sangre mezclada, de buenos y malos. De todos. De seres humanos que luchan por algo, por un motivo.

-¿Por qué lloras, hombre libre?-repitió.
-Este dolor...
-Debemos permanecer.
-¿Permanecer?
-Todos y cada uno de nosotros. Flaquear es dar paso al desaliento, ¡a la eterna sumisión! No soy más importante que tú, ni tú lo eres más que yo, y cualquiera de los dos, de todos nosotros, puede tener en su mano la victoria. ¡La victoria, compañero! Somos el pueblo, y sobre la sangre del pueblo se erigirá el nuevo mundo. Debemos sacrificarnos si es preciso por los que vienen, los que vendrán. Mira a tu alrededor, camarada. ¿Cuántas familias aguardan la libertad anhelada por generaciones de trabajadores, de gente libre que estaba encadenada? Aférrate a tu arma y estáte dispuesto a disparar si surgen en el horizonte sombras enemigas. Yo lucharé por ti, como lo harás tú por mí y por todos los que apoyamos la revolución.

Qué bien hablaba la hija de puta. Siempre comiendo orejas y transfiriendo ese latido, esas ansias de triunfo. Sus palabras me parecieron por un segundo pura esperanza. Pero no contesté, esperé a que volviera a preguntarme alarmada por mi silencio.

-¿Lloras por la revolución?
-Sólo tengo sangre entre las uñas y pesar en el rostro, compañera-. Me miró, interrogante.- Ya no sé por qué lucho.

viernes, 23 de abril de 2010

Me duele algo tan adentro que se me saltan las lágrimas, como en las películas esas que te hacen estar muy sensible. Sin más, por ponerme a mirar un punto fijo y dejar fluir los pensamientos, y brotan sin que yo les diga nada.

Estoy en un proceso de evolución, y hace tanto frío aquí dentro... No es el primero, no es la primera vez que mi propia naturaleza me envuelve en un capullo de seda e incertidumbre, pero a pesar de ello puedo afirmar que nunca he sido una mariposa. Porque las mariposas nunca se sienten solas. ¿Mi futuro? Quién sabe. Sólo puedo decir que me contentaré con salir y dejar que el sol me haga cosquillas en la piel de una vez. Como un ser humano más.

He comprendido que la culpabilidad de mi aislamiento tiene mi nombre. Que si a través de los dedos las palabras me bailan y puedo escoger la adecuada, con mi boca no es lo mismo, y no consigo participar a nadie de mis fantasmas. El resultado suele ser un cúmulo de incomprensión y frustración que no aconsejo a nadie, que me deja como herida tras una batalla en la que han muerto todos mis compañeros. No obstante, agradezco el esfuerzo, la preocupación, pero empiezo a pensar que el balance ya no se torna nunca positivo.

Soy como un remolino de sueños al que se le saltan las lágrimas porque algo duele adentro. En el alma. Si fuera una palabra con patas, me iría dando empujones con la gente mientras camino y ésta me mira de arriba a abajo mientras lee Contradicción.

martes, 20 de abril de 2010

Dicen que las grandes catástrofes ya no vienen solas. Que siempre hay acontecimientos que se suceden y que nos suceden, acabando con toda la vida que pudiera haberse escapado de la catástrofe madre.


<<-Somos criaturas maravillosas. Ninguna otra especie es capaz de sentir culpa o remordimiento, y aunque a veces se ve como un inconveniente, a mí me parece fascinante. ¿Cuándo hemos visto a un animal hablar con su actual pareja antes de lanzarse al cuello de un nuevo anhelo para que el corazón del otro pueda ser reconstruido? ¿Cuándo?


>>Cuando comenzaba a hablarme así, a mí me entraba miedo. Yo era muy pequeña entonces, y me gustaban sus historias, pero nunca las creía, y había veces que me asustaban sus conclusiones radicales. Toda esa palabrería de la humanidad… ¿Qué importancia tenía? Luego proseguía, llegando siempre a la misma conclusión:


>>-Y, sin embargo, nos estamos echando a perder. Nos echamos a perder, estrellita, y no nos damos cuenta…


>>Me llamaba estrellita porque decía que en mis ojos anidaba una luz extraña, una luz que acabaría guiando a aquellos que se encontraran perdidos. A ella le gustaba pensar que yo sería capaz de arreglar este desaguisado. Yo pensaba que estaba loca, que una hora a la semana en su compañía era suficiente para cumplir con la familia, y que todos esos disparates le venían de serie… Pero ella creía en mí. Solamente creía en mí. Fue una de las últimas personas en las que conocí esa magia. Mi abuela me quería, y en parte por ella estoy hoy aquí. >>


-Disculpe, pero ya están aquí.

-¿Eh? Ah, sí… -. Dejó de teclear al momento, mientras se frotaba la dolorida frente y se ponía las gafas. – Hazles pasar, por favor.

lunes, 12 de abril de 2010

Salgo de la ducha y huelo a fracaso. A frío infinito afuera y adentro, a espasmo incontrolado. Y es una tontería, porque no soy una fracasada. No soy uno de aquellos que van sin rumbo a la fuerza, que gastan las esquinas de sus mejillas a golpe de lágrima cada noche porque ven su vida acabada. No. Pero, aun así, me siento así. Porque escojo otro camino, el de alejarme de puntillas del fracaso, pero no lo suficiente.

Es mirarme al espejo y sentirme insuficientemente buena para ser una fracasada, e insuficientemente buena para no serlo. Como un alma intermedia que vaga de una frontera a otra sin decidirse muy bien, sin conseguir lo que le exigen unos, ni lo que le exigen los otros. El resultado no es tan alarmante como podría serlo. Solamente un vacío momentáneo en el pecho, la sonrisa torcida, la tristeza afilada.

viernes, 9 de abril de 2010

Estaban rotos. Los dos. Ya no se amaban, y por eso los días se habían vuelto un acto cutre y sin vida. Siempre lo mismo, los mismos movimientos, las mismas palabras vacías. El ritual solamente se interrumpía cuando tenían visita y las ganas de mundo se desparramaban por las paredes. Entonces eran la pareja más perfecta y sólida del mundo, mientras que los ojos de él decían no puedo más, y los de ella quiero más. Hasta que llegó ese día. Ese viernes de madrugada que, al tacto del calendario, era como una cordillera de sinsentido.

-Hay carmín en tu camisa. Hay carmín en tu jodida camisa.

Lo sabía. Claro que lo sabía, era una camisa blanca y él se había mirado al espejo mientras se vestía con ella desnuda en la cama. Había sido el mejor polvo en muchos años. La había sentido como electricidad, su piel pálida, la ausencia de ganas de conocerse de verdad. Cobardemente, decidió que era hora de ponerle palabras a las miradas.

-¿Y te sorprendes?

Ella. Que había estado viendo la tele toda la noche, soñando con lo que no tenía, esperando que él regresara para dedicarle un reproche mudo. Como siempre. Había estado tan pendiente de sus miserias y de volcar todo su odio hacia él, que no había pensado en el riesgo de otros labios acechando a su marido. Sus sueños frustrados le nublaron la razón. De todas formas, siempre había pensado que estaba un poco loca.

-Yo no uso carmín...
-Buenas noches, querida.
-Que descanses.

lunes, 5 de abril de 2010

-Busco lápices acuarelables. ¿Tienen?

La mujer me mira por encima de sus gafas de pintora fracasada. Creo que está pensando que vaya tontada de pregunta, ¿cómo no van a tener lápices de acuarela en una tienda de bellas artes? Yo, aún así, nunca he sabido cómo iniciar conversaciones y me ha parecido adecuado ese principio. Me dice que sí y se pone en marcha.

Respiro bien fuerte y me lleno de los colores de la tienda. Es como un pequeño santuario que grita que aquí hay libertad. Imagino a médicos e investigadores viniendo a comprar pinturas para sus ratos de reflexión. Por aquí siento las pisadas de aquella chica que vino a por lienzos y óleos para su estancia en París... y erigió la Torre Eiffel desde sus ojos. Y por allí me viene la ausencia del hijo de aquel fanático de los cuadros, que venía a cambiarles el marco, a comprar barniz.

Mientras la mujer me explica las diferentes opciones de la acuarela me doy cuenta de lo feliz que me siento al haber guardado esta parte de mí y, aunque sea muy de vez en cuando, sacarla a relucir. Me marcho con mi caja de metal llena de lápices bajo el brazo, con ganas de seguir inventando y ponerle color poco a poco. Artista no sé si seré, pero estos sueños de color en mis manos me dan fuerzas si se mezclan con el sol. Es una locura, pero estoy satisfecha. Volveré a dibujar.

sábado, 27 de marzo de 2010

Soy una romántica empedernida y además una cuentacuentos que está algo loca -difícil combinación-. De esas que esperan besos de cristal que no se rompan nunca, y atardeceres de película en los que, se supone, el corazón late con fuerza. De esas que inventan historias que se hacen imágenes en su mente y acaba viviendo su propia película. De esas despistadas y que a veces se comportan de manera extraña, como si no fueran ellas. De esas que sorprenden un viernes noche porque se ha pintado los ojos y ya no lleva botas de montaña. De esas que son conscientes de que también pueden ser una mujer cuando ellas quieran. De esas que, en general, prefieren ser una niña. De esas que juegan al amor y se estrellan con los revoloteos en su estómago.

De esas románticas, cuentacuentos y locas. Que a veces se sienten especiales y otras la mujer más corriente del mundo. ¿Mujer? Bueno, lo que sea. Persona. Personaje. Cuento. Vida.

jueves, 25 de marzo de 2010

Estoy triste, señor desconocido, y por eso llevo el pelo recogido y no me he pintado los ojos. ¿Lo ha pensado al verme entrar? Seguro que sí, que estaba poco atractiva... Estoy triste, y por eso hoy no me importa su nombre, y es probable que en otro momento de mi vida me habría hecho la dura, para que me invitara a una copa y se lo ganara un poco. Pero hoy no puedo, ahora mismo no puedo, y lo he visto mirando su vaso y sus ojos me han recordado un poco a los míos. ¿Eh? No, no, por las ojeras no. No me gustan, pero siempre las tengo. Hoy sólo necesito que alguien me recorra para borrarme de la piel el fracaso y la frustración como acto caritativo. Seguramente le parezca una loca, una pobre desequilibrada, pero es así, señor desconocido, estoy así... Sólo seamos los desconocidos que menos se conocen del mundo. Sin que importen nuestros nombres o de dónde venimos. ¿Nuestro trabajo? Qué más da. Somos dos cuerpos que quieren que dejemos de hablar. Míreme a los ojos, de veras, míreme. ¿No se reconoce? Vamos a bebernos la tristeza el uno al otro. No perdemos nada, salvo el aliento. No me mire así, señor desconocido, en serio lo necesito... Necesito saber todo de usted, pero sin que hablemos. Ni una palabra. Nada que pueda comprometernos a que se nos escape el alma.

domingo, 21 de marzo de 2010

-Yo también sé ser sexy-me dice. Y le da una calada a mi cigarro, lo apaga en la mesa de madera y se marcha de la pequeña cafetería.

Me he quedado de piedra. No sé por qué ha hecho lo que acaba de hacer, pero lo más sorprendente es que tiene razón. Me ha parecido el gesto más sexy del mundo. Estoy como loco por subir las escaleras y mirarla hasta que se moleste conmigo. Entonces sonreiré. Y me volveré a levantar de la mesa, para que ella me siga. En cualquier esquina le escribiré mi vida en la piel de su espalda con las uñas. Le pediré que cuente mis cigarrillos y que me deje sin aliento por cada calada que quiera volver a robarme. ¿Me seguirá? Espero que sí. Porque voy a arriesgarme y así lo hago.

Subo las escaleras muy lentamente. Me parecen mil peldaños que nunca se acaban. Entro en la sala y allí está. Se ha recogido el pelo y parece la chica que siempre me había parecido hasta que se ha acercado a mí y a mis labios llenos de humo. ¿Pero qué me pasa? No entiendo por qué, si ella es tan, tan así. Con esa coleta tan fea y el pañuelo en la mano porque está resfriada. En la otra el bolígrafo que muerde sin dudarlo y esa pesada manía de estudiar tanto. Luego que no se queje si le dicen que es rara. ¿Cómo no van a decírselo? Y además esas deportivas que lleva siempre y que no realzan nada su figura. Pero, bueno, ¿por qué no le enseñan a vestirse?

Rehago mi camino. Me he puesto de muy mala leche. Salgo al frío exterior de la pesada biblioteca y respirando hondo enciendo otro cigarillo.

sábado, 6 de marzo de 2010

No me reconozco. Por favor, ¿quién quiere nata cuando existe chocolate? He preferido dormir en mitad de la tarde que abrir el libro. Me soltaría el pelo si aún lo llevara largo. Y este sabor de boca... No sé qué hago. Excepto hacer daño. Todo sería más fácil sin Internet que me invitara a soñar. Las hadas no lloran porque tienen miedo a la sal en sus mejillas. ¿Y si me dedico a pensar? Quién me haría caso. Palabras vacías que no son nada. Por qué no quiero hacer fotos. Me parece más interesante mirar fijamente ese punto en la pared y que el mundo se siga moviendo sin mí. Yo ya no soy un hada. Es como si estuviera sangrando sangre gris. Nunca lo he sido. Necesitaría un desdoblamiento de personalidad y así no tener miedo a decir lo que siento. Es difícil acallar mis adentros. Y ponerle un nombre a este sentimiento. Si el amor funciona a base de adjetivos podría doler demasiado. Duele demasiado. En realidad mi nombre comienza por la i de incertidumbre. Lo hago todo tan difícil. Sin puntos suspensivos. Me estoy cansando de vivir siempre conmigo. Porque a veces olvido que hay más. Corazones. Alientos. Recuerdos. Prisas. Deseos. Vidas. Por qué le ponemos un nombre a todo. Y luego nos obligan a aprenderlo. Camino sin rumbo porque no quiero agarrarlo. Es más fácil así. Mis pies son más felices así. Pero no es cierto. No lo es. El día que consiga dejar de ser una cobarde seré feliz o quizás estaré muerta. ¿Muerte? Marzo significa muerte. Muerte no. Abandono, materialización del nunca. Sky is over. Se me mete la voz de Serj Tankian hasta el alma. Y mira que es difícil, en estos tiempos que corren, que no me reconozco ni a mí misma, y me toco adentro, lentamente con las yemas de los dedos, porque parece que se haya escapado o esté escondida, y no tenga alma.