miércoles, 6 de agosto de 2008

-Déjame ser libre.

Me dice. Y tiembla desde mis ojos. Ya no quiero intentar explicarle nada. Sé que lo sabe todo y que tiene derecho a pedirme lo que sea. Incluso que le deje ser libre. Apenas la reconozco ahí plantada. En estos momentos tengo serias dudas de quién me habla, de si de verdad se dirige a mí o es otro engaño de la tormenta que se está librando dentro de mi cabeza. Ya no me dice nada más. Siento que me mira con compasión y no puedo soportarlo. Se ha equivocado una vez tras otra y quiere remediarlo, pero ahora no sabe nada. La confusión la abraza por la espalda, ya la estaba abrazando cuando me ha pedido que la dejara irse. La veo estremecerse y sé que teme regresar al baño y contemplar su miseria de nuevo en forma de vómito. Se pregunta qué sustancia puede echar si hace horas que no ha comido nada. Bilis, eso es. Corroyendo lo que arrastra a su paso.

Ya no quiero hablarle de nada. Ni responder a sus preguntas. Mejor me retiro del espejo y me abstengo de taparme los oídos porque sé que voy a seguir oyéndome de todas formas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Haz que se sienta libre ^^


Cuidate, pequeñuela =D