jueves, 28 de agosto de 2008

El verano aparte de sudor y noches en vela nos deja muchos recuerdos, y rostros, y nombres que se van mezclando entre sí en la mente hasta formar una imagen, similar a una fotografía, que engloba momentos. Anoche me vinieron todas las fotografías de golpe... Y en vez de rechazarlas les hice un hueco en la cama y conversé con todas ellas.

Eva y Elena ya son madres. Parece que veía a Elena, sentadas en el borde de la acera, hablándome de sus desventuras en el instituto, y yo escuchando y llenándome de miedo. Apenas me saca cinco años. Y ahora tiene un bebé moreno que es precioso. Su hermano, Pablo, sigue aparentemente igual. Sus pantalones ajustados y su altura tan atlética. Sonriendo al saludar, siempre. El hermano de Raúl tuvo un encontronazo con las drogas del que ni él ni su familia se han recuperado. Hace mucho que no lo veo, pero nunca he cruzado más de dos palabras con él. Héctor se marchó lejos a trabajar de lo que quería, de forestal en su pueblo. Su estatura mínima y sus chistes siempre a punto. De su hermana Alba no sé absolutamente nada, pero recuerdo que era una de las más simpáticas, de las que me prestaba atención a pesar de lo enanísima que era yo. Pablo continúa tocando la guitarra encima de mí en mis horas de estudio. Y sólo le oigo Smoke on the water. En Gregorio, el que antaño fue rollizo y bajito, huelo planes de boda no dentro de mucho. Diego sigue, lamentablemente, igual, buscándose un destino bastante gris, por cierto, pero cada uno somos dueños de nuestros actos.

De todas estas tampoco sé mucho. Que cada una siguió su camino. Paula lleva mil piercings, delgadísima, a veces la veo, pero ya me niega el saludo. Dina sigue estudiando, monísima ella, como siempre. Y es que casi no recuerdo ni el nombre de todas. Se me quedó grabada una conversación en la que discutían qué tipo de Miss preferían ser. Algunas decían que con ser Miss Verano se conformaban, otras querían ir directamente a por el universo. Pero, no sé. Yo en esos tiempos prefería ir en bici o jugar con el aro de gimnasia que ahora pertenece a mi prima. El problema es que ellas querían hablar de chicos y sólo Paula jugaba conmigo.

Y los más cercanos. Ellos sí me hacen sonreír a pesar de que en tres años las cosas hayan cambiado mucho. Juan Manuel imagino que seguirá con su sueño de viajar a Barcelona y ser actor porno, porque según él da la talla. Raúl insoportablemente subido de aires, pero eso no es nada nuevo, vamos. Con Laura sigo yendo todas las mañanas al instituto, aunque nuestro choque de ideas haya hecho que estemos más lejos; por suerte con ella todo es más fácil. De mi vecino del quinto sólo espero que no sufra ningún daño en uno de esos combates de boxeo que está empezando a hacer... Sería una pena que le rompieran la nariz, porque cada día lo veo más guapo. Jorge y yo pasamos de estar demasiado juntos a no mirarnos a la cara. Ni saludarnos. Pero el tiempo corre y nosotros cambiamos, supongo. También sé que no lo lamento en absoluto. Asier es un pesado. Ya lo sabe él bien. Pero me encanta que sigamos hablando después de todo, aunque no le veo el pelo y eso que vive a cinco metros. Y Adrián... ¿Adrián? No sé si al final se irá a Gallur. Nos vemos cada vez menos, siete pisos por encima de mí. Pero los dos conservamos recuerdos de tardes de verano demasiado calurosas. Rocío aunque no sea de aquí es como si lo fuera. Al menos porque sin ella nadie hubiera silbado a una chica guapa, ni hubiéramos conocido a todos hace tres 3 de agosto. Y luego toda la gente que hemos ido arrastrando con nosotros, madre mía, ahora lo pienso y...

Cómo pasa el tiempo. Y cómo se clavan los veranos. La plaza sigue llena de vida, cada uno por nuestro lado, algunos aún juntos, efímeros saludos, alguna sonrisa, un par de besos. Y poco más. Rostros y nombres para ordenarlos en noches en las que el calor te impide rendirte a Morfeo.

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