Yo te entiendo y entiendo también que prefieras callar. Me da igual que ayer me gritaras, o nos gritaras, porque yo comprendo tu reacción. Noto en tu mirada cansada que algo no funciona bien en tus engranajes y te entiendo tan bien. Me gustaría repararte de alguna manera, pero todavía no sé cómo arreglar los míos.
De todas formas, y aunque sé que seguirás guardando ese silencio respetuoso y solemne que sólo tú sabes crear, yo voy a estar para decirte "déjame el portátil un momento" y acabar haciendo quinielas sobre quién ganó en el año 1999 el Óscar a mejor actriz o en qué emplazamientos se filmó esa película que te recomiendo. Clases magistrales enteras tiradas por la borda hablando de cine, de actores, de la injusticia de los grandes festivales, de lo que nos queda todavía por hacer. Recomendándonos películas y echándonos -o echándome, más bien- la bronca porque todavía no hemos visto esa obra maestra o esa tan rara que me gustó.
Somos muy diferentes, pero de algún modo nos entendemos. Sobre todo ahora. En estos días. En estos días en los que de repente nuestros cimientos se vienen abajo y caminamos por el campus con la mirada perdida. Lo extraño es que no buscamos consuelo sino simplemente la rutina de dejarnos llevar por la inocencia de Leti o los comentarios de María. Esa rutina que nos barra durante unas horas las penas, distrayéndonos de nuestros males, aunque sepamos que luego van a volver.
No me enfado. Al igual que tú no eres idiota o un estúpido. Pero sabes que si quieres voy a estar para barrerte lo que sea sin necesidad de caminar por el césped de Humanidades o fingir que escuchamos al profesor de Estadística. Aunque sea para preguntarnos otra vez qué premios tiene tal actor. Recuerda que eres especial, no sólo por tu reticencia a sucumbir a las redes sociales o tu manera de escribir algo barroca, sino porque no te conformas con ser un simple soldado.
3 comentarios:
Cómo me gusta pensar que todos los pollitos bailando a las 3 de la mañana son algo más que tonterías para vencer el sueño. Y que las palmeras de chocolate de Humanidades no son sólo para vencer el hambre.
No sé si algún día podré superar mi orgullo desmedido. Quizá algún día caiga mi máscara de gentil caballero, o al menos la carcasa más externa y férrea. Pero, sea así o no, siempre sabré que a alguien le importé lo suficiente como para ver algo más que cansancio a través de unos pies del 45 arrastrándose por el césped tras una sombra de color rosa con fobia a las avispas, un demonio de Tasmania hiperactivo y con padrastros y una libélula con gafas de rayos X innatas.
Por un día no me equivoqué de silla. Gracias a eso hoy soy unos 8 meses más feliz contra sólo unos momentos de gritos. Con la parte que te toca.
nosé si debería meterme en esto ..
pero tengo algo que decir
a mi también me encanta que él no sea un "soldado" más.
:)
Claro que puedes meterte, Viole! A ver si nuestro pequeño Roberto se cree que es algo más que eso.
Un besote.
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