Cinco años. Hace cinco años buscaba tiritas por algún motivo adolescente, y a día de hoy he curado heridas que no habría podido imaginar con quince simplemente porque no era tiempo de hacerlo. Y aquí se han quedado esos quince años, almacenados en la columna de la derecha, viéndome tan dulce desde esta perspectiva. Tan pequeña ahora.
Y es que aquí están apiñados los últimos cinco años de mi vida. Las primeras incertidumbres, los alivios de solucionarlas, los besos, el sentimiento de amar y el sentimiento de saber que estaba dejando de hacerlo. Muchos dolores y angustias, muchos errores y también la determinación de no volver a cometerlos. Mis dedos encendidos después de ver una película y saber más que nunca que quiero dedicarme en el futuro a crear para que la gente sienta como siento yo gracias a otros.
Aquí están mis días en el Festival de Cine de Valencia, el culpable de que recondujera mi futuro, la rabia de tener que conformarme y también Madrid. También Madrid y todo el dolor, el cambio, la añoranza, mi vida construida por primera vez en cimientos propios. Aquí hay proyectos e historias vertidas directamente desde mi mente agitada, desde los quince hasta los veinte. Aquí está la libélula de acero que compré hace años en un mercadillo callejero y que todavía descansa junto a mis clavículas, y también la que más tarde sentí que debía tatuarme y duerme grabada en la piel de mi tobillo. Aquí hay metáforas y significados que sólo yo comprenderé. Está mi familia, la que conocí y la que no conocí, el sentimiento anarquista de mi abuelo, las muertes que se me pegan al alma y también las tristezas y las alegrías que me dan los que comparten mi sangre.
Aquí es donde también descansan mis ojos contemplando Florencia desde Santa Maria del Fiore y mis pasos por fin en París. La seriedad de Stonehenge y los resquicios de cada viaje familiar. Los lugares que quiero visitar, las cuentas que tengo pendientes. Los ojos ajenos que desbarataron mi vida y la pasión compartida. Libros, canciones, más películas...
Tantas cosas como caben en archivos que abarcan casi seis años. Lo pienso y parece una locura. Yo, hace cinco años, a 300 kilómetros de aquí, escribiendo mi primera entrada y ahora... Ahora aquí sigo. Sin saber muy bien por qué. Porque me gusta, está claro, y tal vez porque de alguna manera aquí me siento en casa. Mis raíces y mi existencia, de las que no debo avergonzarme aunque tengo motivos de sobra (dulces años que se escapan).