- ¿Era así como lo recordabas?
Caminan cogidos del brazo por el inmenso rastro de Madrid. Me pisan los talones mientras yo me abro paso distraída, y a mis oídos llega el eco de su conversación. Los escruto de soslayo y sonrío en mis adentros. Unos cincuenta años, gafas de sol, cogidos con ternura, mirada de ilusión en ella; él la contempla, con media sonrisa.
- Sí... O no sé... Vine hace muchos años, cuando mi padre nos trajo para comprar unos cuadros. Yo era muy pequeña, pero... - guarda silencio, ausente. La vida se está desarrollando ahora en sus recuerdos.- Sí, yo creo que sí. Que lo recordaba así.
Y siguen vagando, bebiendo de todas las imágenes que nos rodean. Hay personas que venden sus remembranzas en el rastro de Madrid; otros caminan esperándolos. Los recuerdos de otros, o los suyos propios, para compartirlos con alguien con quien pasean de la mano o sufrir una regresión en tonos sepia. O para vivir un rato despistado y robar un poco de domingo primaveral antes de hora. Camuflarme entre la muchedumbre, lentamente, dejando yo también que me asalte cualquier tipo de recuerdo.
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