jueves, 24 de mayo de 2012

Nos pasamos los días quejándonos de la misma vida, rutinaria, y luego cómo duele tener que llevar a cabo un cambio. Cuando formamos las aspiraciones en nuestra mente somos más valientes que nunca, pero de repente te ves haciendo las maletas y sientes un frío extraño en las venas. Un frío definitivo. Estás a punto de empezar lo que se supone quieres y aun así todo es un miedo gélido que se reviste de inexplicable tristeza. Duele marcharse.

Alguna que otra vez acuden a mi mente las tardes delante de la biblioteca retrasando el momento de despedirnos. Mientras yo estudiaba selectividad, eso que iba a ser ya lo último. Lo definitivo. Los rodeos en la conversación y en el alma, porque iba a marcharme y en lo más recóndito de nuestros fantasmas sabíamos que algo iba a cambiar. Pero nos sentíamos fuertes, y por ello cada vez que me preguntabas si íbamos a estar bien yo no dudaba un instante. Te había llegado a querer de un modo irracional, más fuerte que cualquier otro sentimiento. Por eso Sí, todo saldrá bien. ¿Qué te iba a decir si cada día habría afirmado con la más absoluta sinceridad que, como habíamos escuchado tantas veces en esa canción, sentía de verdad que iba a ser tuya para siempre?

A veces seríamos capaces de conformarnos con tal de no sufrir, de no enfrentarnos a ese dolor mudo que significa tener que marcharse. Ya quedan apenas las cenizas de mi segundo año y jamás me he preguntado qué habría pasado si me hubiera quedado en Zaragoza. Eso son vidas diferentes que nunca llegaré a vivir. What's done is done. Así que ahora soy lo que soy por haber echado tantísimo de menos y haber pasado tardes de pavor pensando en que de veras me había equivocado. Pero, para sufrimiento de mi madre, puedo sentir que nací con el espíritu inconformista, y por eso sé que voy a tener que enfrentarme al cambio muchas más veces. A marcharme. Al mutismo tembloroso de comenzar algo nuevo que, aunque prometa, no deja de recordarte toda la vida que has dejado atrás.

Pero se debe aprender a convivir con tus propias decisiones. Nadie te asegura que el cambio vaya a ser positivo, pero son riesgos que hay que correr si no quieres quedarte quejándote de la misma rutina para siempre. Yo no puedo afirmar que el cambio haya sido mejor o peor, ni siquiera sé si alguna vez lo sabré. No puedo engañarme; dolor hay siempre que debes dejar algo atrás, pero... Si sientes que tu vida debe moverse, negarlo sólo servirá para que sea demasiado tarde cuando quieras seguirle el ritmo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He sentido exactamente lo mismo. Pero yo al cambio... no lo cambiaría por nada :)
Un besazo germano y ánimo con la recta final.