En momentos como este el agotamiento me parece el sentimiento más vano pero es lo único que alcanzo a sentir. ¿Cómo se puede estar agotada de algo que ni siquiera he empezado a hacer? Siempre dicen que estudies lo que te llene, pero cuando lo que te llena está a punto de extinguirse no sé qué queda.
Hoy en día renta más estudiar Medicina porque es más fácil curar a una persona de un cáncer que a toda una sociedad de su ignorancia y a un gobierno de la embriaguez de poder e ideología barata. El Periodismo se resquebraja con miles de personas batallando contra gigantes y dejándose la salud en el camino. Y aun así se está desangrando. Ahora o vendes o te vendes, y lamentablemente hasta los periodistas tienen que comer. Y eso es difícil con esta doble crisis. Una crisis económica que fuerza despidos y precariedad laboral y una crisis de valores que está dejando a la profesión sin identidad, provocando que cobrar un sueldo se convierta en el verdugo de la dignidad profesional y periodística.
Me llena de rabia. No quiero estar condenada a trabajar a costa de vender mi dignidad y mis valores. En mi día a día conviven las ganas de sacarlo adelante y una realidad afilada que te obliga a darte por vencido demasiado a menudo. Mantenerse siempre alerta y obligarse a no flaquear a veces resulta extenuante. Sobre todo cuando me hallo perdida. Sepultada bajo la amenaza de la más dolorosa resignación ante una situación insalvable.
En estos dos años de aprendizaje, de castillos en el aire y de estudiar algo que necesita un cambio drástico pero que muchos mentores prefieren ignorar, el mejor consejo nos lo dio el profesor que menos mentiras nos ha contado y más duro ha sido.
Si os sentáis frente al ordenador en blanco y si, justo antes de escribir, no sentís pasión, dejad la carrera y meteos a Económicas. Aunque tengáis que escribir lo que menos os motive del universo. Si no notáis que verdaderamente os apasiona, dejadlo ahora que estáis a tiempo. Porque aquí se pasa hambre. Y se sufre. Se sufre mucho.