miércoles, 8 de agosto de 2012

Frunce el ceño entre extrañada y aturdida. Twitter le ofrece lo de siempre: noticias prefabricadas, tweets banales y voces ahogadas en el mundo real que piden un poco de protagonismo en la Red a través de lo que intentan sea humor inteligente. Está cansada. Sigue todas las noches el mismo ritual: se sienta en la cama, abre el portátil a oscuras y decide informarse de la realidad que, cree, se ha perdido durante el día. Pero ya está cansada.

Está a más de 3000 kilómetros de su casa. Le duelen los pies porque el calzado los tortura a ampollas, y además tiene alguna magulladura de tropezones sin importancia que acabaron en una caída. Con los cascos puestos escucha su música de siempre sin pararse a pensar que lo que falla en la expresión es el de siempre. Ya no sabe qué vida es su vida de siempre. Ha estado en este territorio hostil tanto tiempo que a veces pierde una porción de orientación; esa porción que siempre da la rutina. Los ecos de los últimos disturbios le hacen relajar la expresión y se siente estúpida por sentarse a mirar Twitter mientras a las afueras del hotel donde se encuentra y donde han asentado a la prensa siguen torturando almas humanas. Está cansada.

Y por eso se fue. Porque cansada de la misma posición estática necesitaba moverse y ahora ya nunca para. Sin embargo, de vez en cuando sufre un colapso, una pequeña crisis vital que le aprieta las paredes de todo su cuerpo. Se siente extraña, errante, en tierra de nadie. Pero luego recuerda qué está haciendo en este país tan inquieto y recupera el norte. A pesar de que la mayoría de lo que ofrece a Madrid -lo que graba y locuta, las fotos que hace, las notas de prensa- no llega a su destino porque desde España piensan que no es necesario mostrar tanta brutalidad con los tiempos que corren a puerta cerrada, ella se deja la piel, y a veces nunca mejor dicho, en patearse las calles asustadas y con frecuentes escombros en busca de algo que se deba saber.

Así que ahora recarga la página web por última vez y cierra el portátil enfadada consigo misma. ¿Qué cojones está haciendo? Se dice a sí misma que no va a volver a abrir Twitter porque al lado del sonido de los disparos de fondo es más que una gilipollez. No obstante, en su fuero interno sonríe amargamente: sabe que lo hará, que no cumplirá su ya condenada al fracaso promesa. Tiene que hacerlo. Aunque sólo encuentre estupideces. Saber qué ocurre más allá. Pensar que piensa que sabe lo que ocurre más allá.

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