jueves, 29 de noviembre de 2012

El día comienza mal. No me entero del despertador, el iPod decide joderse justo cuando sonaba una canción que iba a calmarme, me he quedado incomunicada telefónicamente hablando, se me manchan los pantalones, no tengo ni hambre, pero por qué me pasa esto a mí, vaya frío hace, y justo ahora se va Internet, y la de la tienda de Orange me ha dicho que a mí no me puede duplicar la SIM, y qué pocas ganas de seguir adelante con este día y cuántas horas quedan aún...

Pero hay que parar. Pararse y pensar. Si soy capaz de pararme veinte segundos y a mis labios sigue asomándose una sonrisa cuando pienso en lo que tengo, en los que tengo, ningún día malo puede ser tan malo como los días de esas personas que en veinte segundos no son capaces de sonreír.

Además, cualquier día malo puede acelerar, elevarse, doblar la esquina y acabar en mi portal. Alguien dijo alguna vez que lo importante no es cómo empieza; sino cómo acaba.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cierro los ojos y me obligo a respirar profundamente. Ya viví esta situación en el pasado y, al no ser la calma mi elección, el resultado fue un desastre. No quiero discusiones absurdas ni condenarme a dos horas de escribir o gritar palabras destinadas a un convencimiento que ni siquiera me corresponde a mí. Siempre somos libres de decidir, incluso cuando no queremos que esto sea así. No depende de mí argumentar algo que contradiga lo que se afirma con fuerza. Puedo pensar que no es cierto, e incluso puedo comprobar que no es cierto, pero, ¿por qué tiene que estar en mi mano sacar a relucir esa verdad? Cuando depende de nosotros mismos, nadie debería tener que darnos un toque de atención. La verdad es cosa nuestra, y esperando a que otro nos la señale, empleando para ello medios poco éticos, no es el camino.

Así que cierro los ojos. Ya viví esto y no quiero que se vuelva a repetir, aunque cambie de rostro y de tono de voz. Ya sé que es injusto, negarme a repetir una vivencia porque en mis recuerdos ya tiene el nombre de otra persona, pero si me privara de emplear mis vivencias... Apenas me quedaría nada. Poco a poco intento concentrarme en la calma. Y así me duermo, respirando profundamente, pasándome las yemas de los dedos sobre la rabia para que se suavice y repitiéndome que ser fiel a mí misma implica, en parte, hacer todo lo posible para que no vuelva a ocurrir. Así que cierro los ojos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sólo salgo bien en las fotos cuando salgo contigo, decía siempre.

Y tras esa frase sobrevenía una sonrisa, porque le encantaba salir con ella en las fotos. No solían hacerse muchas, pero encontraba que las pocas que se hacían alcanzaban la sencilla y compleja perfección. Dos sonrisas que pasarían desapercibidas para cualquiera pero que para ellos era un sustento. Un modo de vida. Por eso sólo se gustaba en las fotos cuando salía con ella. Cuando salían juntos.

Pero como ocurre con casi siempre la felicidad es corta, aunque en verdad llevara años agotándose. El tiempo se convirtió en una losa que agrietó sus labios y, mientras el alma de ella se iba arrugando, él seguía ensimismando en las sonrisas de las fotos, las del pasado, sin pararse en avivar las del presente.

Cuando te digo que te quiero, porque te quiero, ya no siento que podría morirme con esas palabras en la garganta. He esperado mucho, pero ya no puedo más. He recogido mis cosas. Me voy. Te quiero, de verdad que te quiero. Pero ya no puedo más. Intenta entenderme... Te llamaré en unos días. Cuídate.

Y se marchó dándole un beso fugaz y envenenado en la mejilla. Se marchó y se llevó todas sus cosas, menos las fotos que tenían juntos. Así que él se quedó con las fotos, pero también con la ausencia. Pero en el blanco de los dientes de los rostros de aquellas fotos sólo encontró un vacío oscuro. Se había ido. Podían desaparecer las cámaras de todo el mundo, porque él no iba a volver a hacerse una foto jamás.

A los días, ella lo llamó. Sin respuesta. Volvió a hacerlo, obteniendo el mismo resultado. Preocupada, volvió al piso que compartían aprovechando que aún tenía la llave y esperando encontrarlo ahí. Lo encontró. O al menos creyó encontrarlo, porque no pudo reconocerlo.

Lo que antes había sido su rostro era un amasijo de arañazos sanguinolentos que apenas dejaban adivinar sus rasgos faciales. Horas más tarde, en la autopsia, el forense firmó que el fallecido se los había autoinfligido antes de morir de un disparo en la sien derecha, también autoinfligido. Pero eso ella ya lo sabía. Cuando lo encontró, él agarraba una foto que estaba manchada de sangre de sus propios dedos. En ella salían los dos. Sonriendo. Y por detrás encontró unas palabras en letra temblorosa y dolorida:

Sólo salgo bien en las fotos cuando salgo contigo. Como decía siempre.

martes, 20 de noviembre de 2012

Pues sí, a veces cuando te veo pienso en acercarme. "Hola, ¿cómo te va? Había pensado que podríamos tomarnos algo y hablar de por qué lo fuimos todo y ahora no nos hablamos. ¿Te parece?". Reconozco en tus pupilas esa mirada de infancia y entonces se crean los espejismos. Pero siempre vuelvo en mí y acabo pensando lo mismo.

Si el desenlace iba a ser hacernos daño hasta matar casi todo lo que fuimos, ¿por qué retrasamos tanto ese momento?

Casablanca

domingo, 18 de noviembre de 2012

Sé que te habría gustado verme aparecer de pronto en tu partido esta mañana. Lo pensé y lo pienso. Y a mí me habría gustado ir, aparecer y que me vieras. Pero, al contrario de lo que hago con casi todo en mi vida, no puedo guionizar mis pasos en este sentido. Aquí no sirve si eres buen o mal actor o si el argumento merece la pena, porque si se sigue esa línea es cuando la obra no tiene ningún éxito.

Puede que esté ya recuperada, pero supongo que eso no implica que esté dispuesta a volver a cansarme. Por mucho que lo desee, ando todavía con pies de plomo. Mi supervivencia sigue dependiendo en gran medida de mí misma, y es algo que de momento no puedo cambiar. Primero las curas; luego las heridas.


Volverás cuando estés limpia

Y yo no te haga falta
Gritaré lleno de orgullo
Tu nombre en el andén

viernes, 16 de noviembre de 2012

No puedo negar que se me ha helado la sangre al ver el número en la pantalla del móvil. Pero después de la tensión y la desconfianza del principio me he sentido extrañamente contenta. Una buena conversación siempre viene bien, sobre todo si es tan cercana.

martes, 13 de noviembre de 2012

Trabajar las emociones, encandenar la ira con el placer y el placer con el miedo. El texto da igual, lo que importa es que fluyan, emocionar. Sentir.

Nos convertimos en meros recipientes. Vacíos de cuanto somos, nos llenamos de esas emociones. De lo que nos toca sentir. Compartir un taxi con una persona que acaba aterrándome y susurrándome al oído. Estar nerviosa porque mi novio, una persona a la que por fin quiero tanto como para dar el paso, va a conocer por fin a mi padre, aunque ninguno de los dos sabe que estoy embarazada, ni mi chico sabe que mi padre maltrataba a mi madre. Acabar en un castillo donde los hay que se ahorcan, empiezan a cantar, lloran o cuidan de un muñeco diciendo que es su hijo. Comenzar a respirar de manera acelerada porque no entiendo nada y todo el mundo a mi alrededor parece que está loco.

Todo ello sin salir de la misma habitación a la que ya me estoy acostumbrando. Cada martes y jueves. Sentada en una de las sillas rojas, escuchando y levantándome para dejarme, de algún modo y al mismo tiempo, sentada en esa silla.

Nunca se sabe con una improvisación. En realidad cualquier cosa es posible. Puedo enamorarme o gritar, desesperarme porque mi madre no me reconoce o interesarme por alguien sólo por su dinero. Yo, o lo que queda de mí, que apenas es nada, o que no debería ser nada salvo un catalizador que me ayude a pasar del placer al miedo y encadenar el miedo con el dolor y luego con la ira. Y otra vez el placer. Apenas unos resquicios de lo que fui para construir aquello que debo ser, durante unos minutos. Un recipiente. Un recipiente extraordinario.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Los días tontos en los que se nubla y llueve a ratos activan mis jaquecas. No hay uno que falla, y menos en Otoño, cuando son más abundantes. Sin embargo, abanderada de esta estación como soy, me encanta este tiempo tonto. Entre vulgar y ambiguo, una llamada a los nostálgicos del calor y los amantes del frío. La tierra de nadie de las estaciones.

Esas jaquecas me sirven de excusa para escribir remiendos y para enchufar la ducha y meterme debajo de agua casi hirviendo. Pienso que el calor me alivia y me limpia las impurezas que me han llevado a esa mueca torcida tan otoñal y paradójica. Debajo del agua caliente me permito un santuario de intimidad y desconexión que apenas dura porque -a quién intento engañar- mi mente sigue funcionando a pesar de mis intentos de ahogarla.

Intento que con el jabón se vayan mis miserias, las arrugas que se traducen en mi piel a través del alma, las palabras que escuecen. Pero no es posible. Sólo se va el tiempo, en una mezcla acuosa e inquietante que se lleva parte de mí por el desagüe. Pienso que todo se va, con mis instantes de vapor, pero en realidad se quedan conmigo. Con una soñadora de piel tiritante y mojada, a la que con más días que pasan más anquilosados, y gastados, se quedan los sueños. Sobre todo si es otoño, y tengo jaqueca.

Il deserto rosso

sábado, 3 de noviembre de 2012

Apoyados en la pared, compartiendo un peta de manera improvisada. Ella con la mirada perdida y él con la misma frase en los labios, intentando reunir el valor de soltarla. Fuman, ríen y hablan con calma, postergando el momento de aceptar que de esa chusta ya apenas se puede sacar nada. Entonces él, en mitad de una conversación cualquiera, se lo dice, y ella le quita el canuto de los dedos, con dulzura, se lo lleva a los labios, con deseo, y aspira creando un silencio de humo verde.

- No me puedes pedir eso. La primera vez tiene que ser especial, lo recuerdas siempre.
- Pero quiero que sea contigo. ¿Por qué no? Estoy aquí, a gusto, y estoy seguro de ello. No me mires así, la droga no tiene nada que ver.
- De verdad... Quiero que follemos, pero no quiero que sea así para ti. Tienes que estar seguro de que repetirás con la persona con quien tienes sexo por primera vez. Estrenarse enamora un poquito, no te descojones, te lo digo en serio. Es un vínculo extraño, pero está ahí. Yo creo que aún me sigo enamorando un poco de los tíos que me tiro, y sin ser la primera vez... Busca una que te pueda querer. Pero quererte de verdad.

Es él quien le quita entonces el cigarro de los dedos. Se recrea en el contacto de las yemas unos segundos, los suficientes para que todas las pieles ahí se ericen. Todas. Fuma sin apartar las pupilas de ella y retiene el humo antes de soltarlo. Entonces se acerca, la coge de la nuca y mientras acaricia su pelo pega sus labios a los de ella y le regala el humo que había estado guardando.

- Quiero que seas tú.

Y el humo se agota. Se quedan quietos, un segundo, y la besa, lentamente. Mientras el humo de la marihuana se disipa, poco a poco, y sus cuerpos se encienden, creando una atmósfera única. Una de esas atmósferas que sólo la hierba y el sexo te pueden dar.