En el colegio nos dijeron que si estudiábamos todo iría bien. Ahora sé que fueron las palabras equivocadas. Mis escasos escarceos con eso que los que te sacan algunos años siempre llaman "el mundo real" me han enseñado que, por lo general -siempre hay maravillas-, no "va bien" para el que más estudia o el que más trabaja, sino para el que pasa por el sitio indicado en el momento indicado, el que llama la atención o para aquel a quien pueden enchufar.
Trescientas personas peleándose por una beca que les dará quinientos euros al mes -cantidad con la que muchos están dispuestos a vivir- no es que las cosas vayan bien. El día que conocí a una becaria de Cadena Ser en Zaragoza de casi 30 años lo tuve más presente que nunca: todo no irá bien. Estudiar ya no te da trabajo, esforzarte ya no te asegura pagar el alquiler, luchar por conseguir tu propia vida ya no te permite tener una.
Tal vez sea infantil pero en días como hoy, largos y cansados, no puedo evitar sentirme dolorosa y egoístamente engañada: nadie en el cole me dijo qué debía hacer con toda esta desidia.
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