domingo, 10 de febrero de 2008

Escucho su respiración mientras me cuenta que tenía que haber ido a la peluquería. Que ya no hace viajes de esos que hacía antes y que a veces se siente con fuerzas para ir a uno de ellos pero que siempre termina echándose atrás. Yo asiento mientras bebo del zumo que me ha ofrecido y le sonrío siempre que me mira. Intento concentrarme en sus palabras y articular una respuesta coherente y que la satisfaga, pero ha sido un domingo sin serlo y no estoy en lo que tengo que estar.

Con el velo de sus palabras, surco imágenes que se me antojan inventadas, como si aún no fuera capaz de creer que han pasado. Agacho la cabeza para que no me vea reírme sin motivo aparente y vuelvo al salón de su casa, al salón donde crecí jugando a las damas y dibujando, y me centro de nuevo en lo que me dice. Empiezo a pensar que es totalmente imposible prestarle el mínimo de atención que se merece, pero yo sigo incapaz de reprimir las sonrisas que se suceden unas tras otras, susurrándome un nombre que aún está grabado en cada estremecimiento de mi piel. Me pregunta por los estudios y me guiña un ojo cuando me dice, como todos los domingos, que eso yo lo tengo bajo control. Le digo que no siempre y se va dejándome a solas con esas sensaciones que me pellizcan las mejillas. Es increíble, pero creo que aún las tengo sonrojadas. Será que todo el calor robado ha ido a parar allí, justo debajo de los ojos, que siguen brillando...

Vuelve pero, apenas se vuelve a sentar, suena el timbre y tenemos que marcharnos. Mientras nos ponemos el abrigo, me mira y sonríe como casi siempre hace. Me pregunto si habrá intuido que detrás de esas sonrisas idiotas que me invaden se esconde su nieta inexperta y sedienta, pensando una y otra vez que ha sido un domingo con traje de seda y entre sábanas extrañamente ajenas.

3 comentarios:

Angeldust dijo...

No sé por qué supe en la primera frase que se trataba de tu abuela.
No lo sé.

Será, quizá, lo que tiene leer de quien saber cómo utilizar las palabras.

^^

Yuki Ashura dijo...

No todos podemos disfrutar de un domingo en la compañía de nuestra abuela... Ni siquiera en la compañía de nuestra pareja.

Y es duro.


Y seguimos vivos.

Anónimo dijo...

Me han encantado la alusión, ese momento familiar, personal de crecer jugando a las damas.

Me ha hecho sonreír a algo que no fue, ganó el ajedrez, es más de estratega, dicen. A saber!


Un saludo. No pierdas el encanto de los poetas!