miércoles, 20 de febrero de 2008

No es la primera vez que me choco con una escena de estas características pero me sigue impresionando como la primera vez. Los gritos que nuestras mentes ahogaban durante la batalla no son nada comparados con este silencio. ¿No te pasa a ti? La ausencia total de voces va a acabar volviéndome loca. No me atrevo a repasar los rostros de los que aquí se encuentran, de miradas vidriosas y corazones invadidos por la frustración. Hay algunos que tienen motivos para alegrarse, para sonreír con complicidad. Sin embargo, aquí y ahora, hasta sentirse orgulloso duele. Cada respiración parece clavársete en este ambiente oxidado.

Los lamentos se mantienen suspendidos en el aire, esperando a que alguien alargue la mano y los atrape. Fíjate, allá ya han cazado uno. Las primeras lágrimas darán paso a la rabia de otros disfrazada de solidaridad, estoy segura. Siempre pasa igual. Me da hasta miedo caminar sorteando los cuerpos inmóviles, destrozados por la desazón del esfuerzo en vano. Lo que más quema es la sensación de que todo lo dado no ha servido para nada, ¿verdad? Parece que voy caminando sobre las ganas de levantarse de aquellos que están tendidos en el ya abandonado lugar donde se luchó.

¿Cuántas esperanzas de vencer? Todos piensan que no van a volver a pecar de ingenuos, que no van a permitir de nuevo que la ilusión sustituya su percepción de la realidad. Pero yo sé que no tienen razón. Acabaremos levantándonos como nos levantamos siempre, agarrando fuertemente esta frustración que nos apaga ahora la mirada, guardándonosla en el bolsillo hasta que sea necesario volver a dejarla campar por nuestro cuerpo. Volverán a encenderse las antorchas del campo de batalla cuando llegue la hora de la verdad nuevamente. Nuestras voces se alzarán desafiantes a cada estocada, para apagarse cuando nos amilanemos ante un enemigo demasiado poderoso, sí. Pero lucharemos. Siempre acabamos haciéndolo, aunque en estos momentos, como en muchos otros, demos por sentado que no va a volver a ocurrir. Prestaremos cada fibra de nuestro ser al calor del combate. Y, aunque caigamos, devoraremos la indecisión con nuestras ganas de rozar el cielo con las yemas de los dedos.

¿Lo has oído? Parece que alguien ha levantado la vista del suelo. Poco a poco, vamos estando dispuestos. El enemigo no se ha alejado. Sigue delante de nosotros, colándose en nuestra mente y retorciéndose de júbilo desde nuestros adentros. Sin embargo sabe que tendrá que volver a enfrentarse a nosotros. Sabe mejor que nadie que ha sido creado para que lo superemos, para que el dolor de nuestra caída nos conduzca, con cicatrices o sin ellas, a la victoria. Y quedarnos a vivir en ella.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me han dado ganas de gritar Fuerza y Honor, adelante...


un saludo.

Anónimo dijo...

Es emocionante, después de mucho sin pasarme por este lar, encontrar tanto que leer. Más emocionante aún es leerlo.


=)