-Entonces, ¿te vienes?
-Bueno, vale.
-Antes cierra los ojos. Y escúchame.
Y le dijo que iba a cogerlo de la mano y, juntos, contarían todas las estrellas que parpadearan a su paso. Le contó también que no quedaría rincón sin recorrer, tierra que no probaran las suelas de sus desgastados zapatos. Le prometió mil mares, mil amaneceres distintos naciendo de la espuma de las olas. Y ellos, allí, saborearían cada rayo de sol naciente, compartiéndolo finalmente a través de sus bocas, comprobando así si el sabor era similar al de la muerte inminente y rosada del atardecer. Le susurró con voz suave y leve, para que las nubes no se pusieran celosas, que pondrían sus nombres a todas las aceras y que las gotas de lluvia llevarían sus rostros de un lado a otro del mundo. Le aseguró que no quedaría pedazo de universo sin su presencia, y que le otorgaría al brillo de sus ojos luces de todos los colores, paisajes vírgenes esperando a ser descubiertos, primaveras infinitas ribeteadas de tiempo de tranquilidad. Terminó diciéndole, sin dudarlo, que saldrían ahora mismo.
-Ya. Ábrelos.
Él la miró a los ojos y sintió una sacudida, lenta y ácida, en el estómago. Algo le hizo cosquillas en las comisuras de los labios. Comprendió que ya habían llegado a su destino.
2 comentarios:
Le susurró con voz suave y leve, para que las nubes no se pusieran celosas, que pondrían sus nombres a todas las aceras y que las gotas de lluvia llevarían sus rostros de un lado a otro del mundo.
Precioso, definitivamente es precioso y el final... pufff
Me encanta leerte, aunque no suela comentar cada texto.
Un saludo
T� sigue escribiendo, es una buena manera de sacudir corazones y espolear sonrisas.
3 d�as.
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