viernes, 4 de mayo de 2018

No quiero que se nos olvide lo bueno. En ocasiones ocurre si bajamos la guardia; nos concentramos en la rutina y en lo que nos molesta y nos desagrada, y vamos olvidando todo lo bueno a fuerza de pensar que por ser lo bueno nunca se va a ir. Pero se puede ir. Lo bueno también se construye desde dentro, desde la memoria y todos los filamentos internos que nos hacen ser quienes somos.

Sujeto y miro tu mano y en ese segundo, en el que el pecho me duele y en mi mente zumban mil pensamientos que me asustan; en ese segundo me parece de locos que para la mayoría de las personas esa mano que miro sea sólo una mano. La encuadro, me centro en ella, recorro sus imperfecciones, y me digo que es imposible que vea sólo una mano. Veo una llave, un refugio, un cataplasma que sólo tiene que ponerse sobre mi piel para tener efecto. Veo un lugar donde extender una manta, llevar todos mis bártulos y quedarme a vivir.

"No quiero que se nos olvide lo bueno", pienso mientras miro tu mano, y me digo que si me retorciera y me acurrucara en tus recovecos todo mejoraría, porque creo que juntos somos mejores, somos más buenos, aunque a veces tenga la sensación de que lo complico todo, irremediablemente, y eso no nos hace ningún bien.

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