- No lo sé, chicas –intervengo por fin–. En parte estoy de acuerdo con vosotras, pero…
- La culpabilidad no debe de servir de nada más allá de ser un motor para solucionar conflictos, Mónica –me corta Marta.
Vaya frase más redonda. Pablo la mira, entre la admiración y la sorpresa, quiero pensar, y parece estar sin palabras. Alberto y él están siguiendo la conversación, intentando seguir el ritmo.
- ¿Pero? –reflota mis palabras Aitana.
- Pues que sigo sin hacer nada. Y me da mala gana hasta quejarme. Porque, ¿qué derecho a quejarme tengo si no hago una mierda por salir de esa rutina que tanto critico?
- Ya –me concede Marta–. ¿Has pensado en dejar tu trabajo?
(...)
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