martes, 15 de septiembre de 2015
Doble graduada.
domingo, 13 de septiembre de 2015
sábado, 12 de septiembre de 2015
domingo, 6 de septiembre de 2015
Yo, robot.
viernes, 4 de septiembre de 2015
Tal vez la clave no es pedirle a alguien que no se vaya,
sino
que ese alguien
se quede
porque quiere
quedarse.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
Septiembre: quiero
viernes, 28 de agosto de 2015
"Vale"
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Eternal Sunshine of the Spotless Mind |
Joel: ¡Espera!
Clementine: ¿Qué?
Joel: ¡No lo sé! Solo espera.
Clementine: ¿Qué quieres, Joel?
Joel: Solo espera. ¡No lo sé! Quiero que esperes. Solo... un rato.
Clementine: Vale.
Joel: ¿En serio?
Clementine: No soy un concepto, Joel. Soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu. No soy perfecta.
Joel: No veo nada que no me guste de ti.
Clementine: ¡Pero lo harás!
Joel: Ahora mismo no lo veo.
Clementine: Pero lo harás... No sé, ya se te ocurrirán cosas. Y yo me aburriré de ti y me sentiré atrapada porque eso es lo que me suele pasar.
Joel: Vale.
Clementine: (Llora) Vale. (Sonríe) Vale.
Joel: (Sonríe) Vale.
domingo, 23 de agosto de 2015
¿Qué ocurre si en dos segundos todo termina?
Vivir
con
miedo
es
como
vivir
a
medias.
Bruselas, 22 de agosto.
viernes, 21 de agosto de 2015
Islas.
Él dijo extasiado que si su avión se estrellara en esa isla, jamás querría volver. A ella se le amortiguaron el resto de palabras en la cabeza conforme iba sintiendo una losa sobre su cuerpo y pensaba: Entonces yo no te volvería a ver.
Pasó algo de tiempo y aunque ella no le dijo nada sí lo escribió, y él reaccionó desinteresadamente y le dijo que sí, que volvería a por ella. Ella forzó media sonrisa mientras notaba el corazón más duro y fortalecido y, de nuevo, pensaba en silencio:
Es demasiado tarde, escuchó esta vez su propia voz retumbando en las paredes de su cráneo.
miércoles, 19 de agosto de 2015
martes, 18 de agosto de 2015
Compañero de viaje.
Notas de viaje, I.
Ámsterdam es bonita, pero estoy segura de que lo es más con lluvia. Vuelan los chubasqueros. Un autóctono en bermudas corre para alcanzar a su pareja, con un jersey donde se repite el logotipo de Batman. La lluvia no para. Hace algo de frío, afuera y adentro. Los trenes vienen y van a la hora estipulada. Bebo té en la habitación del hotel y me pregunto si así se sienten los escritores que viajan solos de un sitio a otro arrastrando en su equipaje su pena y su cuaderno gastado. Me digo que no quiero saberlo. Pero escribo. Vuelco las turbulencias adquiridas ya en el vuelo en el papel preparado para ello, y un gato negro, famoso y parisino me mira desde su portada. Ámsterdam es la ciudad de los gatos y las bicicletas. También he visto un ratón. Quería hundir mi mano alérgica en el pelo de ese precioso gato de ojos verdes, que se ha sentado a mi lado, dueño del bar, y se ha ido quedando dormido poco a poco. Creo que con quien más quiero hablar es conmigo misma. Pero no. No es así. La lluvia repiquetea en la ventana, mis pies ya no están mojados y en mi pijama se dibujan otros tiempos. No sé si mejores; cómo podría saberlo. La taza de té ya está vacía, como mi tripa. Vacía. Qué ocurre con los distintos tipos de vacío, qué pasa con esta certeza en el estómago que quiere disfrazarse de incertidumbre. Pero Ámsterdam es maravillosa. Sobre todo por sus gatos, y por sus bicicletas.