domingo, 5 de junio de 2011

Jamás pensé que ese sufrimiento cuya ausencia habría cambiado por mi propio bienestar millones de veces fuera a ser causado por mis manos. Ojalá tuviera una pócima mágica de esas que no deberían existir y que pudiera borrar toda esta indecisión y llenar este alma tan vacía. Pero hasta para eso soy inútil y me tiemblan las manos cuando he de dar un paso al frente que me conduza a algún sitio fijo. Me duele este agotamiento incomprensible, me duele que nos haya ocurrido, que me haya ocurrido, pero más me duele que te duela a ti tanto y que no pueda calmarte como antes porque tu sufrimiento lleva las letras de mi nombre.

Me paro a pensar y decido que lo que digan los demás es una burda tontería, por mucho daño o mucho bien que quieran hacer: eso demuestra que no lo han sentido, porque los que saben de qué hablo no aconsejarían en la vida así. De todas formas, parecía que lo teníamos todo, que escapábamos a todos los pronósticos, que íbamos esperando a que se fuera hilando un futuro juntos, aunque a veces no diéramos nosotros todas las puntadas. Y, sin embargo, parece que ese futuro se ha detenido. Y la peor tortura es no poder decir que sé si va a volver o si se va a quedar detenido indefinidamente.

3 comentarios:

galmar dijo...

de una forma u otra, el futuro nos alcanzará, aunque lo bonito es salir a su encuentro :)

Vudugh dijo...

Levántate y camina.

Me lo dijo mi padre ayer. ¿Te acuerdas?

:)

Esencia Infinita dijo...

como un punto de inflexión que reposa entre los márgenes del todo y la nada... suspendida la huella que espera el rescate anónimo...

Bella mirada introspectiva...