- ¿Cómo lo haces?
- ¿El qué?
- Verla y disimular. Se te nota demasiado.
- ¿Ah, sí?
- Claro. Sólo hay que ver cómo la miras... La ves hablando con otros chicos y tienes la sangre fría de no mostrar que tu respiración se acelera y tu mandíbula se aprieta. Pasa a tu lado y parece que hasta puedes sentir cómo te roza la onda que forma su pelo y tú, ahí, embobado, fingiendo que ni siquiera la conoces... Un día de estos se te va a notar y, ¿qué harás? ¿La vas a volver a mirar de reojo o te dará demasiada vergüenza? Si se entera se va a acabar este idilio que tanto te tiene que gustar. Puede acabar bien o mal, pero el caso es que finalizará esta rutina tan destructiva y deliciosa. Te has estudiado cada gesto, cada movimiento, cada paso que da a lo largo de un día tan normal para ella y tan diferente para ti... ¿Cómo eres capaz? Vaya fuerza de voluntad, ¿no?
- Bueno. Será que no me gusta tanto como a ti.
1 comentario:
Me ha encantado este texto...Muy emocionante hasta el final sorprende.
un saludo,
Tulipanes Amarillos
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