No sé a qué se debe. Llego a Getafe y retomo los sueños agitados. La sensación por la mañana siempre es idéntica. No descanso, soy incapaz de presentar buen humor a corto plazo y me duele el alma por lo retorcido de mi subconsciente. No sé si será este colchón prestado o que hace muchos días que nadie me abraza por detrás por la noche. Pero arrastro la tristeza todo el día, y me muevo por la universidad de tal manera; taciturna, autómata, esclava de mi propia mente. Arrastro mi cansancio por todas partes, y posar los dedos helados en mis ojeras no ayuda, pues siguen ahí. No veo a nadie, pero porque estoy tan agotada que no me molesto en mirar a mi alrededor.
Ya hace más de un año pero en estas noches parece que no se agota tu sonrisa, que me refugian tus brazos como lo hacían siempre y que mi cabeza y mi altura encajan perfectamente en tu pecho. Sin embargo no son sueños agradables, y es lo que condiciona mi día desde que suena el despertador. Tu imagen no se agarra a mis pensamientos como algo que anhele, sino como un recuerdo que no consigo dejar atrás y es tan agotador.
Pero en Zaragoza descanso tranquila, mi sueño es reparador y no me visitan imágenes agitadas y desordenadas. Ahí, que te tengo a dos minutos, que pusimos nuestro nombre a demasiadas calles. Pero no, no estoy inquieta por verte porque hace meses que dejé de quererlo. Será que ya no te echo de menos, pero que sigo echando de menos todo lo que fuimos. Esa sensación única de querer a alguien y sentirte de alguna manera completo. Que mi subconsciente grita su soledad cuando le dejo, cuando no estoy ocupada y es él el que gobierna. Esa soledad también única, que sólo entienden los que antes no han estado solos. Y yo mientras sigo igual: bostezos, manos frías, cansancio, siestas de reflexión, ganas de volver a querer.
1 comentario:
la soledad es una señora de mil caras que a veces, uno cree, se presenta bajo la imagen de un chico bien presentado. Al final, la soledad es uno camino a si mismo buscando atajos
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