Cuando tus ojos se abrieran desaparecerías.
Es una putada la experiencia. No la tuya, sino la mía. Porque si no hubiera pasado ya tantas veces por esto tal vez sí accediera a tus arrebatos y a tu cambio de actitud y te diera la rabia que buscas. Pero no. No ahora, no después de tanto cansancio. Y no contigo, no después de decírtelo tantas veces. No después de estos dos años de pura y visceral reinvención, de dejarme las uñas en el yeso de la pared porque tuve que agarrarme a ella para levantarme sangrando y desnuda del suelo, y de mis miserias. Y tú, de testigo.
Es una putada la experiencia. No la tuya, sino la mía. Porque si no hubiera pasado ya tantas veces por esto tal vez sí accediera a tus arrebatos y a tu cambio de actitud y te diera la rabia que buscas. Pero no. No ahora, no después de tanto cansancio. Y no contigo, no después de decírtelo tantas veces. No después de estos dos años de pura y visceral reinvención, de dejarme las uñas en el yeso de la pared porque tuve que agarrarme a ella para levantarme sangrando y desnuda del suelo, y de mis miserias. Y tú, de testigo.
Sólo accedo al más profundo agotamiento y a la más triste decepción. Lo sabía, lo supe, y por eso te lo dije. En mi mente todo se traduce en lejanía. Hay cosas que pasan y no pasan sin más. Se quedan, para bien o para mal, y trascienden. Sobre todo trascienden.
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