Creo que en parte es nuestro
deber tener presente que la vida puede ser sencilla. Dormir abrazado a esa
persona y calentarle los pies con el calor propio, o conseguir encontrar el
sueño con una sonrisa en los labios porque, aunque esté lejos, sabes que esa
persona descansa y te espera, igual que tú aguardas el momento del reencuentro.
Volver a casa, volver siempre a lo que consideras hogar, y tener ahí tu
refugio. Tan sencillo y perpetuo, tan fácil y familiar, tan inherente y esencial, que ni siquiera tienes que plantearte si es o no tu sitio.
Simplemente sabes que forma parte de ti.
Saberlo es el primer paso.
Encontrar a las personas que quieran compartirlo contigo es lo que completa el
círculo.
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