jueves, 25 de febrero de 2010

Recibe un simple mensaje de texto con poquísimos carácteres trazando el plan de la tarde: Hoy quedamos y follamos.

Y luego no nos conoceremos de nada, ¿vale? Si acaso seremos dos conocidos y ya está. Incluso nos permitimos hablar mal de nosotros, como si nunca nos hubiéramos besado o nos hayamos sumergido en un remolino de pasión adolescente. Esta tarde, ¿eh? Sin falta.

No lo concibo. Bueno, sí lo concibo, pero me sigue pareciendo algo demasiado gélido. Perderse entre la demás gente de la ciudad y acabar desesperados en el banco de un parque una tarde de sol, o donde se pueda, sin más, un sitio que conceda unos minutos, con el tiempo en contra, y también las ganas. ¿Dónde está el misterio? ¿La magia de las tontas como yo, que la buscan? El juego, la seducción, los hilos que mueven el deseo segundo a segundo, hasta que habla tu cuerpo.

¿Pero por qué lo callamos? Sin más. Cuando olvidamos los ojos y dejamos que sólo coman las manos. La lucha de dos cuerpos me sigue pareciendo algo más. Algo más. No me niego al sexo con alguien que no conoces o que no te haya regalado un anillo. No. Me niego al sexo a secas, sin ningún pálpito de sangre efímero. Sólo por follar. Porque esta tarde quedamos y follamos.

No espero a un príncipe ni nada parecido. En serio. Sólo es que se me hace difícil pensar en el sexo raspado, un sexo de 5. Aunque, tal vez (y sólo tal vez), sea porque soy una anticuada. Una urbanita estrecha. O algo derivado.

domingo, 21 de febrero de 2010

¿Por qué al tío de la película no le toca quemarse por jugar con fuego? Y no le quedan más narices que casarse con la tía a la que se lo ha pedido. Pedírselo como estrategia para volver loca de celos a la otra tía, de la que está verdaderamente enamorado. ¿Por qué no le toca joderse y se casa con quien no ama? Y la chica despechada se queda así, despechada. Y todo sigue el curso normal de los acontecimientos, y no el que sigue una película de tarde de domingo...

viernes, 19 de febrero de 2010

-Se debe creer que soy estúpida. Pero no. No y no. Le he visto mirando a mi novio y sepa usted que no va a quedar así. ¿Por qué tendría que callarme? Hasta he sentido el deseo que supuraban sus heridas de loca enamorada, vamos a ver. ¡El deseo! ¡Mientras yo lo cogía de la mano! Pero, bueno, ¿usted cree que es normal? Me ha faltado al respeto como mujer y como persona, ya que era patente que estaba conmigo. ¿No ha visto sus besos? ¿No se ha fijado en cómo me mordía la mejilla mientras me cogía de la cintura? Es evidente que no. Porque, si no, ¡qué clase de persona sería usted! Dígamelo. ¿Qué clase de persona es usted? ¿Eh? Compréndame. No puedo dejar que se vaya de rositas, se dice así, ¿no? De rositas. Pues eso. Ahora me tendrá que pagar lo que ha estado haciendo con esa sonrisa de puta en los labios. Es mío. ¿Me entiende? Mío, joder. Es sólo mío, y no tolero que sus ojos lo embadurnen de lascivia. De esa lascivia maldita que desprenden sus caderas. He visto cómo la miraba. ¡A usted! ¡Mientras yo lo cogía de la mano! Qué bochorno, qué ridículo más grande, qué pequeña me he sentido. Y usted, mientras tanto, exhibiendo sus labios, como una ninfa. No y no. No puedo dejar que se vaya. No y no.

La miro. Estupefacta, al borde del desmayo porque estoy que me muero de pánico. Morirme de verdad. Miedo de verdad. No he entendido sus palabras pero puedo imaginarme a qué se refiere. Lo cierto es que nunca habría pensado que pudiera pasarme algo así. Dios mío, no he pasado tanto miedo en toda mi vida. Ni en las colas interminables ni en la respuesta definitiva de los cástings. Voy a morir, aquí, ahora, y con tanto por delante. Voy a morir. Lo sé por su mirada enloquecida, y por el cuchillo que mueve nerviosa entre las manos.

¿Qué le contesto? ¿Le digo que sí, que no? Por el cielo, no tengo ni idea. Sólo quiero vivir. No me mates. No era yo. Esa no era yo, sólo era mi cuerpo. Por favor. Estás demasiado desequilibrada para entenderme, pero no puedo morir. Si me entendieras. ¡Cómo puedo explicarme! Voy a morir. Preferiría morirme de pánico que sentir el afilado filo de sus pestañas mientras me siega el aliento. Por favor... Yo no sabía que esto fuera cierto. Encontrarme así. Después del estreno de mi última película, con su novio enamorado platónicamente de la chica a la que yo interpretaba.

martes, 16 de febrero de 2010

Será por eso de ser mujer. Lo de las convulsiones en el pecho coincidentes con la casa vacía durante todo el día. Y la molestia en la sien derecha que te dice que hay dolor, que hay dolor, y que te lo recuerda por si en alguna de esas ocasiones de éxtasis adolescente lo olvidas. Me pregunto si será por ser mujer. O porque soy un ser humano de esos que se equivocan y no son conscientes más que de su propia persona.

domingo, 14 de febrero de 2010

Se miró al espejo y pensó que estaba observando un cuadro gris. La perseguían las sombras de la noche. Había sido un día inusualmente gélido, y ahora la luna también tiritaba.

Ya ni siquiera se molestaba en mirar el reloj, porque el agobio crecía, pensaba en sus ojos, en lo feos que estaban así... y era peor. Ahora prefería llenar el tiempo perdido con cosas triviales y así dejar de reprocharse que estaba desaprovechando su vida. Y sus sueños. Sus sueños por partida doble: cuando conseguía dormir lo hacía de manera agitada, negándose su subconsciente a echar a volar y soñar. Despierta, ya se le había hasta olvidado. Había superado el periodo de obsesión con su problema, pero ahora la apatía le comía las entrañas y lo peor era que le daba igual. En eso consistía la apatía, ¿no?

Siguió mirándose en el espejo, dibujando el contorno de su rostro en cada pestañeo. Sintió de pronto un calor extraño que provocó que se lavara la cara con delicadeza. Se imaginó a sí misma llenando sus noches vacías con otras manos que la abrazaban desde detrás y contaban en silencio las curvas de su cuerpo.

Fue demasiado extraño para ella. Sintió de verdad una presencia y se alarmó de veras. ¿Miedo? ¿Miedo a qué? Al sueño eterno desde luego que no si de verdad implicaba la palabra sueño. Se sintió llena de paz y se dejó ir. Y así...


Como siempre, despertó sobresaltada. Habría dormitado durante unos diez minutos, pero esta vez sí había soñado. ¿Soñar? Qué raro sonaba. Qué raro. Sintió una calma inusual e imaginó que había robado esos diez minutos de gloria a otra persona. Que el mundo entero funciona así y estamos condenados a no encontrarnos jamás en sueños, porque si así fuera desecharíamos la vida despierta.

Sonrió. En alguna parte, tal vez no muy lejos, supo que existía alguien más con insomnio. Y que compartían las ojeras y los pocos segundos de paz que regalaban a sus almas inquietas.

miércoles, 27 de enero de 2010

Tus flores siguen fuertes, como hace una semana. Las he traído a mi cuarto, así que que me perdonen tanto desorden. Pero así puedo mirarlas cuando quiero. Y descubrirlas en la penumbra de mi habitación por la noche como dos soles naranjas, con sus casi cientos de pétalos que me recuerdan a las rayas de atardecer que decoran tus iris.

Puede que sigan fuertes para que no te sientas flaquear a ti mismo, por algún tipo de conexión mística que va desde tus dedos de escritor a mi mirada de niña que las contempla ensimismada, notándote en el ambiente de mis días. Para que no flaquees y así no tenga que cargar mi dolida espalda con tu cuerpo; debo acallarla, está como loca por hacerlo, dice que sería capaz de aguantar tu cuerpo mil veces sólo por ser tú. Y yo la creo.

Mi confianza es cuanto puedo ofrecerte, porque mi realismo ya lo conocemos tanto tú como yo, y ahora de eso nos sobra. Creo firmemente que puede salir bien, porque equivocarme en mis determinaciones sería infinitamente menos doloroso que verte a ti dolorido por lo mismo. Por las tuyas. Que no son más que una conjunción hija de puta, si se me permite la rabia, de mala suerte que nos acecha. Estaré loca, pero sé que el sufrimiento se nos verá devuelto cuando contemplemos París desde un sueño de los míos. Que ya no estará hecho de vapor de estrellas, sino que será real.

Y, ¿quién sabe? Puede que entre nuestros cuerpos abrazados se asome una cabeza blanca de orejas moteadas pidiendo un poco más de atención. El mundo será nuestro, como lo es ahora la tristeza. Pero hasta ese momento déjame invitarte a mi cama y dormirnos juntos, así tendré dos pares de soles naranjas que me calienten en esta noche... que parece tan oscura.



viernes, 22 de enero de 2010

Dirán que los adolescentes no sabemos amar pero en realidad pienso que son ellos los que han olvidado la pasión y los riesgos que queremos correr. ¿Por ser jóvenes? Por ingenuos. Porque cuando somos adolescentes todos somos artistas. El arte se va quedando por el camino, y es en la adultez oficial cuando recapitulamos y volcamos la locura en crear. Los artistas somos como eternos Peter Pan.

Crecemos pero por dentro seguimos siendo unos preadolescentes nerviosos que vierten sus ganas de ¡inventar el mundo! en sus historias. Sobredosis de palabras. Añoranza de tiempos mejores... e intentamos camuflar estos. Imaginando.

¿Pesadez extrema con el verbo crear? Y ganas de amar a lo loco, de no crecer nunca, de sentir siempre.

martes, 19 de enero de 2010

-Lloras demasiado bien en silencio... Eso no me gusta nada.

La primera vez que me viste llorar recuerdo que te dije "te he manchado", como en una comedia romántica cuando ella se derrumba en el hombro de él. Después vinieron muchas otras, incluso veces en las que mis lágrimas no eran más que gritos en medio de la calle mientras discutíamos. Pero siempre han encontrado una fuente de calma seca en tu pecho, en tus ojos de sol vespertino y en tus manos amarradas con fuerza a mi cintura.

Por eso no es justo. No es justo tanta vida que explota de repente y no es justo que esto sea eterno para nuestra vida ínfima en esta inmensa cadena de la Historia. No es justo que un hijo tenga que crecer sin su padre, no es justo que una de las cosas que el hijo recuerda es el momento en el que le dijeron que se había ido, ni que tenga que pagar los errores de su progenitor. No es justa esta carga de dolor que no se acabará; sólo cuando el alma se apacigüe, siempre que quieras limpiarte, mi amor, limpiar tu alma del dolor sordo que a veces necesita chillar de veras.

Te abrazo porque me encantaría poseer el bálsamo perfecto para tus heridas. Para mí no es justo ver las lágrimas que se pierden en tu barba, y por eso se solidarizan las mías, en silencio como bien sé hacer, para que no te enteres. En todos los otoños hay tormentas, encharchándose el manto naranja que cubre las aceras. El que me cubre a mí, cuando te miro, Otoño. Mientras suena que soy tuya, y así siento tu dolor, y así te siento a ti entero caminando por las venas de mi sangre. Te abrazo porque te quiero, de una manera u otra, siempre en latido constante en mis adentros.

viernes, 15 de enero de 2010

Somos criaturas maravillosas. Ninguna otra especie es capaz de sentir culpa o remordimiento, y aunque a veces se ve como un inconveniente, a mí me parece fascinante. ¿Cuándo hemos visto a un animal hablar con su actual pareja antes de lanzarse al cuello de un nuevo anhelo? ¿Cuándo?

Y sin embargo nos echamos a perder. No somos conscientes de lo que somos capaces de hacer porque vivimos constantemente atrapados en una realidad que creemos nuestra. ¿Quién nos ha dicho que esta es nuestra realidad? En más de una ocasión me he incluido (pretenciosamente, tal vez) al afirmar que sólo los locos somos capaces de crear. Y por qué.

Por qué nos arrojamos a un abismo entre dos realidades si ya tenemos la nuestra, por qué nos volvemos locos en este mundo para vivir otros. Estoy siempre imaginando, creando en mi mente hilos que más tarde se enredan y acaban invadiendo la parte que es real... Si es que la hay. Si no es todo un sueño que otro tiene y que me tiene a mí tecleando en zapatillas de estar por casa, preguntándome un montón de cosas que acaban con mi cuerpo en pijama, leyendo a poca luz.

Así es. Somos las únicas criaturas capaces de sentir con una fuerza capaz de hacernos girar en torno a un sentimiento días. Semanas. O tal vez segundos eternos que se estremecen en nuestra columna vertebral para acabar muriendo en un suspiro inacabado. Somos criaturas maravillosas y sin embargo nos echamos a perder. O es lo que mi mente enferma cree, mientras al mismo tiempo inventa una realidad perfecta y no real que convive conmigo; o yo con ella.

sábado, 9 de enero de 2010

Tengo un vecino al que no saludo nunca. Sin quererlo ni beberlo he creado un odio hacia él inmenso. Lo saludaba sin obtener respuesta todas las mañanas, hasta que le dediqué un gilipollas demasiado visceral. Ahora intento no cruzarme con él. Sin embargo, tengo otro que siempre saluda, pequeño, aunque pronto me alcanzará mientras yo sigo viendo el mundo desde aquí abajo.

Lo pienso. Lo pienso conforme van pasando las luces de la ciudad que ya duerme ante mis ojos. Y también intento imaginar por qué sonríe de repente esa mujer madura que viaja sola en el bus de los que vuelven a casa de madrugada. Como si la pillara por sorpresa, vuelve a sonreír, al tiempo que mi mente maquina que se ha vuelto a enamorar... Y recuerda ese beso y esas manos por todo su cuerpo.

Mi percepción ha evolucionado. Y mi mente busca en los archivos de mis recuerdos hasta dar con una pequeña que escribía en su diario -en el que casi nunca escribía- que estaba madurando. ¿Cuántas Elenas habrán pasado desde entonces? Y ahora está esta chica torpe que, según las lenguas nocturnas, parece salida del musical Chicago.

Cuando cruzo el portal soy yo la que sonríe porque interrumpo a otro vecino con su novia resguardados contra los buzones y expuestos a la pasión. De nuevo recuerdos. ¿Habrá habido muchos más? Muchos más que impactaran provocando el sonido metálico de la chapa y la espalda, otros esperando en el portal, un vistazo antes de subir las escaleras.

Soy torpe hasta para irme de fiesta, claro está. Mi estómago monta en rebelión cuando intento que sea mi cuerpo el que se comunique, y por ello me veo luego en el bus, y pensando en escribir todo este manojo de nervios y pensamientos. Escribir. Porque no somos más que locos que sueñan demasiado; hasta tal punto que piensan en realizar su sueño. De verdad. En jugárselo a una carta, y les -nos- brillan los ojos cuando charlan de ello y llevo a mis labios un sorbo más de café. ¿Locos? Claro que sí. Somos los locos los que nos inventamos historias.

Pero esta noche habla mi cuerpo en susurros mientras me voy desprendiendo de la ropa frente al espejo. Una chica salida de Chicago con el maquillaje corrido y dos pares de medias. Hoy el frío empapa hasta el alma. Y decido que el dolor de estómago no ha estado tan mal si ahora me arrebullo en mis sábanas negras y poseo a esta madrugada leyendo las locuras que otros escribieron. El silencio y yo, con la luna lejana, en un arrebato impropio de esos míos... De sentir el mundo como mío.

miércoles, 6 de enero de 2010

Estaba loca. O eso decía ella misma. Estaba como una regadera porque le regalaba sus miserias a una foto colgada en la pared azul de su cuarto. Casi cada día se tumbaba en su colchón de muelles infernales y se limpiaba bien el alma mirando a la foto. A veces de sus ojos de azabache salían dos lágrimas o se reía provocando que sus rizos castaños se desordenaran. Otras veces, sin más,se quedaba mirando la fotografía porque tan desequilibrada andaba su pequeña mente adolescente que pensaba, emocionada y triste por no tener una emoción mayor, que la miraba.

El chico de la foto. ¿Por qué él? De cara conocida, pero no lo suficiente para imprimir pósters con su rostro. De ojos penetrantes, en una simple foto que capta la magia de un momento que reposa allí, en la pared azul de su habitación.

¿Por qué él?


-Pero, bueno, ¿en qué piensas? Atiende. ¡Atiéndeme, joder!
-Perdón...
-Últimamente estás que no estás. Y no lo entiendo. Tienes el mundo a tus pies.
-Eso no es cierto, y lo sabes.
-¿Que no? Cada vez vas mejor. Te llueven las ofertas, estos últimos meses están siendo de locos. Por dios, mira por la ventana, las chicas te esperan a la salida del hotel. ¿Estás loco o qué?
-Puede. Porque me da igual todo esto.
-Si fueras una tía te diría que te va a venir la regla. Dios mío.
-Quiero dormir, anda, por favor, déjame un rato. Luego seguimos, ¿vale? Dame un par de horas. Y estaré más atento en serio.
-Más te vale, muchachito. Nos vemos en un rato.

Y se marchó dejándolo solo para que durmiera, como el joven le había pedido. Porque a pesar de que la suerte le sonriera en los últimos meses él ahora sólo quería dormir. Sólo cuando dormía podía disfrutar de ese reflejo de noche. Cerraba los ojos para encontrarse con ese pequeño aliento de ojos negros y cabello moreno. ¿Por qué ella? Inexplicablemente, en sus sueños la veía y la escuchaba, la miraba deseando una sonrisa, e incluso -creyéndose loco- comenzaba a quererla. Siempre la misma chica.

¿Por qué ella?

lunes, 4 de enero de 2010

Es una maravilla seguir sorprendiéndonos a nosotros mismos.Yo acabo de descubrir -otra vez- dónde quiero que se sitúe mi futuro. Pero de una manera distinta. Sabiendo que sentir es lo que mejor se me da, y que lo que mejor quiero que se me dé es que los demás compartan mi sentimiento.

Me he levantado de la cama dejando la almohada mojada porque una vez más mi alma se ha anudado siguiendo los pasos que una vez, hace años, soñó alguien. Y más tarde los escribió, y luego se leyeron en voz alta, se pactaron, se tradujeron en imágenes, llegaron hasta nosotros. Es fantástica esta sensación. Es como si me regalaran sentir.

Pienso, también, que tiene que ser horrible perder a quien amas. A quien amas de verdad, a quien, como dice la chica de mi película, lleves la vida que lleves, trabajes en lo que trabajes y tengas todos los amigos que tengas, no va a estar. Y por eso tú tampoco estás. Me abruma la idea porque mi mayor deseo es que sea inconcedible. Que seamos eternos y trabajemos juntos, y yo pueda leerte y tú verme. Compartiendo nuestros trozos de vida que decidimos regalar. Para que sientan.

Sorprendida aún, y escuchando la misma canción, redescubro que quiero dedicar mi futuro a regalar sentimiento. Porque me parece lo más eficaz y necesario para el alma humana, salvando las distancias...

domingo, 27 de diciembre de 2009

El porqué de tanto frío. Irónico cuando ni siquiera me puedo consumir en ceniza de palabras. Será el frío.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Ante su ausente mente se está desatando una algarabía descomunal. Es increíble que el cuerpo siga aguantando después de la noche anterior. Pero aguanta. Se mueven alegres, divertidos, dando voces, bromeando por aquí y por allá. Es un día familiar.

Sin embargo, él está ausente. Con la mirada medio vidriosa a causa del buceo incesante en los recuerdos. Hay relámpagos, de vez en cuando, de anhelos. Se reflejan en sus ojos también. Piensa en cómo gira el mundo poco a poco, cómo un día estás aquó y otro allí. El efecto mariposa. En cómo una casualidad o un mero paso hacia adelante que te hace chocar con esa persona desconocida te hace cambiar. ¿Es posible? Cuando ya creemos que nos hemos asentado. Que nuestro mundo está completo de alguna manera. ¿El error? Creerlo. Sólo se completará con la misma dama de negro. A los pies de nuestra cama.

Él sigue a su completo rollo. Moviendo entre sus dedos una miga que se ha escapado de la comilona de horas antes. Pensando.

Fundido negro. Aparece ella. Las luces de navidad le iluminan a intervalos el rostro. Su cabeza apoyada en la palma de la mano.

Apura el contenido del vaso de tubo que han besado sus labios en la última hora. Todos los hielos ya se han deshecho. Juegan al bingo y ella tapa sus números con bastante retraso; también su cabeza anda en otra parte. Se ríe en sus adentros del paso de los años y de cómo unos lo tapan. Ella piensa que cualquier momento del pasado puede aflorar inexplicablemente. Y ahí reside su ensimismamiento.

A distancia, pero con el mismo rostro, los mismos ojos soñadores y la misma arruga de preocupación enmarcándoles la cara. Les une, también, el mismo programa cutre en la tele, las voces extasiadas de la familia. Y sus almas, que vuelan.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Yo quiero ser esa chica que asoma las pestañas tímidamente entre tus líneas cuando empiezas a crearla. Hazme el favor y olvidemos que nos conocemos. Sí. Vamos a borrar todos los recuerdos que nos unen y así mañana seremos maravillosamente desconocidos y yo podré ser esa chica.

Estoy segura de que quiero. De que quiero ser ella. Y así vivir las historias que escribes en primera persona y que me tocan un poco el alma porque sigo siendo una romántica, y más aún una lectora romántica. Me desnudo entera y así me tienes, y me guías como quieras cuando construyas esos versos. Aunque recuerda que mañana ya no nos conoceremos, que ya no seremos cercanos para conocernos de nuevo desde lejos y así reinventar todo lo que ya hemos hecho. ¿Te parece? A mí me convence bastante la idea.

Espero que aceptes. Y así mañana, o cuando se crucen nuestras pupilas, nos descubrimos, nos causamos interés, nos observamos un tiempo y vamos rozándonos; por equivocación, a idea, poco a poco... Y construimos un mundo. Cuidaré con el juego porque no quiero que te escapes. Volverás a llevarme al cine y no sé qué pasará esta vez: si perderé de nuevo las entradas y me avergonzaré tanto, tanto, que pensaré otra vez eso de madre mía, apenas me conoce y pierdo las entradas, va a pensar que además de torpe soy idiota. O qué.

Tal vez haya nevado lo suficiente para que desees que me caiga en la nieve, y sea esa chica que se ha dejado las alas de hada del invierno en casa, preciosa entera, que te ayude a levantar cuando seas tú, tan loco como siempre, quien te caigas en la gran alfombra de nieve.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Es tan sencillo como desplegar el mantel para poner la mesa de todos los días, y de repente un relámpago en la mente.
Ay, pero si hoy como sola...

Así se crea la burbuja más egocéntrica en la que puedo refugiarme. Me abro a mí misma, y mira que parece lo más fácil del mundo y qué difícil es, y mientras me llevo a los labios el vaso de agua pienso mirando sin ver nada, en un torbellino de esos peligrosos, que empiezas con recuerdos y acabas echando de menos, anhelando, deseando, preguntándote por qué. Mi mundo desordenado en dos segundos, saltando a mi vista.

Ayer entré en mi último mes de dulce adolescencia justificada. Por lo de siempre, por la burocracia de las normas establecidas y lo que dicta tu carné de identidad. Pero, ay, en menos de un mes seré oficialmente adulta y no dejo de preguntarme para qué. Eso por una parte. Porque, por la otra, por qué. Por qué tienen tantas ganas de cambio y de adultez, y tan pocas de crecer siendo todavía niños. Y sí, lo dejamos atrás y a menudo nos asusta acercarnos en días de estos de soledad y cielo nublado, porque el recuerdo duele cuando se convierte en cenizas.

Pero ayer me susurraron que qué guapa estaba cuando reía. Cuando reía de verdad, cerrando los ojos y mostrando mi rostro con más arrugas y más niñez que nace en cada carcajada. La tristeza es demasiado fácil cuando crecemos. Bueno, cuando cumplimos años, estemos o no dispuestos a crecer de verdad y no sólo para entrar en los bares. Van flaqueando nuestras ganas de luchar y de revolverlo todo a golpe de locura. Ah, ¿y por qué?

Sólo espero saber cumplir años y no olvidarme de lo que dejo atrás. Ni amilanarme ante el cambio, y disfrutar. Qué aburrida, pensaréis, pensando tanto en el futuro... Bueno. ¿Responsable? No. Soñadora...

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Me siento tan desastre que giraría y tiraría la llave bien lejos. Por no creerme palabras que yo misma digo, por ingenua, por exigente y dura como la piedra. Creo que tendré que llevar un cartel de que yo también siento. Y bastante, como todos los seres humanos que tienen aprecio por la vida, y por todos sus elementos. Aunque a veces duelan y duela yo misma.

lunes, 14 de diciembre de 2009

(Nadie sonríe. Absolutamente nadie sonríe. La pelirroja solloza en silencio sentada justo en la silla de la esquina, donde la sombra es más pronunciada porque la luz llega oblicuamente desde las dos paredes que la forman, pero nadie la mira. Uno de ellos está en la barra pidiendo otra jarra de cerveza, los tres hombres restantes miran al suelo).

-Pero si ni me llamabas, joder. (Una de ellas rompe el silencio. La morena).
-Uy, cierto. Pero, ya ves, después de que intentaras ligarte a mi novio me daba por el saco llamarte. Completamente. (Sorpresa en la mesa. Agitación general, como cuando te haces partícipe de una verdad incómoda que tú ya sabías. No obstante, un respingo llama más la atención. El chico de la barra. El antiguo novio).
-Oye... (La pelirroja intenta calmar los ánimos, por si no están suficientemente caldeados).
-No empieces con lo mismo. ¿Qué pasa? No era yo la única que calentaba. Tu novio también rondaba, eh. Pero yo quería seguir siendo tu amiga, ¿no te das cuenta? Es que por querer hacer las cosas bien al final me vi metida en un lío del quince.
(Todos miran a la morena. Parece triste: en sus adentros se libera la tormenta interna del recuerdo).
-¿Las cosas bien? (El antiguo novio habla).
-Sí. Bien.
-Yo me voy. Os juro que no quiero seguir viéndoos las caras. ¡Estamos hechos de mentiras! No decimos otra cosa. Mentiras, mentiras, mentiras. Así que mejor me voy.
(Hace ademán de irse, dejando su jarra de cerveza pagada aún sobre la barra).
-Espera, Andrés. Por favor. (Uno de los otros chicos interviene) En teoría, estamos aquí para arreglar lo nuestro, ¿no? Nos han juntado una serie de situaciones extrañas, pero...
-¿Extrañas? (La morena sigue enfadada). Pero si no sabemos quién ha podido ser, por Dios.
-Sí que lo sabemos. El mismo que firmó la nota. (La pelirroja, con lágrimas todavía en las mejillas, parece firme pese a su debilidad aparente).
-Ah, no. Eso no lo volvemos a discutir. No vayamos a volvernos locos; cuando no puede ser, no puede ser.
-¿Pero por qué no? ¡Chicos! (Solloza). Debemos creer en él. Tal vez ya lo sabía, puede que... no sé. Buf. Que él ya lo supiera, ¿no? Y por eso nos escribió a cada uno de nosotros, para... reencontrarnos.
-Nos íbamos a encontrar de todas formas. (Uno de los chicos musita, la morena lo mira).
(La pelirroja continúa sin haber oído nada).
-O también quizá... no sé, existe la posibilidad de que él mismo... De que él mismo lo provocara.
-¿Qué? (Vuelve a hablar el mismo chico. La chica morena cierra los ojos, cansada, infitamente cansada. El rostro del chico está desencajado). ¿Qué cojones estás insinuando? ¡Eso ni en broma! Ni en broma, joder, Ángela. Deja ya de decir gilipolleces. La nota era innecesaria porque ya nos íbamos a encontrar si todavía nos quedaba un poco de vergüenza.
-Cómo... (La pelirroja, Ángela, vuelve a llorar).
-¿Que cómo? ¿Me estás diciendo que sin la dichosa nota, que no pudo escribir él, no habríamos acudido a su entierro? A ver, Ángela. Él no pudo enviarla, sencillamente porque no sabía que iba a morir.

(Andrés ha vuelto a la mesa después de su amago; bebe de su jarra con tranquilidad. La otra chica lo mira de soslayo. El que acaba de hablar y de decir lo que ninguno quería oír, Marcos, sostiene la mirada de la morena. La pelirroja sigue llorando, ya callada. Otro juega con el cenicero. Hay un ambiente extremedamante incómodo. Y, por supuesto, absolutamente nadie sonríe).

martes, 1 de diciembre de 2009

Digamos que tú y yo nos llevamos bien. Porque nos llevamos bien, ¿verdad? Nos llevamos mejor en otros tiempos, pero eso todavía no ha pasado. ¿No crees? Sonríes, no sonrías, que hablo en serio. ¿No te parecería que podríamos pasarlo bien, tú y yo, un ratito? Como en los viejos tiempos... ¿Te acuerdas? Nada más que un rato de piel y de calor del que nos hace falta. Porque a ti te hace falta, ¿no? Por qué sonríes... Me gusta tu sonrisa, porque sonríes sin impedir que se te noten las arrugas. Aunque la mejor sonrisa era la que ponías por las mayores tonterías. ¿Aún las pones? Como cuando atrapabas con la cuchara la bolsita de té y la dejabas escapar de golpe, y el agua se teñía de color pardo. Sonreías entonces. Pero a lo que iba... ¿No nos lo pasamos bien? Hablando, haciéndonos rabiar y eso. Nos llevamos bien. Podríamos emplearlo, y ya que nuestros cuerpos se conocen dialogar otra vez. Una vez más. Es que me parece divertido. ¿No? Ay, como cuando te tropezabas con el bajo del edredón. Sí, claro, sin sentimientos. Diversión, ya te lo he dicho. Bueno, uno sí que habría, ya me perdonarás. La mentira. Mentir porque aún te quiero y me muero por contemplarte desnuda. Como cuando...

domingo, 29 de noviembre de 2009

-¿Qué te pasa? Antes apenas has probado la cena. Te puedo preparar otra cosa si todavía tienes hambre. ¿Quieres? ¿Eh, pequeña?
Se quedó un momento más pensativa, y temió que a él le molestaran las nubes en sus ojos de nuevo. Pero sonrió, sonrió por el desastre que tenía delante.
-Un vaso de leche estaría bien.
Él le devolvió la sonrisa.
-Ahora mismo voy-. Hizo ademán de levantarse del sofá, pero ella se lo impidió.
-Pero… Ve luego. Por favor, quédate conmigo. Quédate. Por favor.
Paró su reincorporación en el sofá, y se pegó un poco más a ella. Calmó sus nervios, para que no se reflejaran en su voz.
-Como quieras. Estoy aquí, no te preocupes... Me quedo aquí.
-Sabes... ¿Sabes ese dolor en el pecho que te invade muy pocas veces? Muy pocas en tu vida. ¿Que sientes como un millón de dolores en uno solo, y te duele al respirar, y piensas que algo parecido tiene que ser el apocalipsis?
-¿Te duele otra vez? ¿Nos vamos a urgencias?
-No. No es eso. Es el dolor de la pérdida -sonrió-, de cuando sabes que alguien no va a volver jamás. Y te duele, te duele mucho, pero ya ni siquiera tienes ganas de decirle que pare. Porque lo has perdido. ¿Sabes cuál?
La mano de él iba y venía por sus hombros de manera mecánica. Estaba pensativo. Le estaba haciendo pensar.
-Claro. Ahora te entiendo. Como aquella vez que pensé que te perdía.
-Como aquella vez que pensábamos que nos perdíamos.

Ella se movió para mirarlo a los ojos un instante. Lo que duran un montón de recuerdos dolorosos que se arremolinan en el pecho. Lo que dura espantarlos para meterse en sus ojos y no salir de ahí en lo que quedaba de noche.

-Ahora soy consciente. Ahora... -se le quebró la voz.
-Tranquila, ¿vale? No va a pasar nada porque no queremos que pase. Piensa que somos más fuertes que todo esto. No te asustes por cosas innecesarias.
-¿Innecesarias?
-Sí. Nos necesitamos. Nada más. Todo lo demás no tiene lugar aquí. ¿De acuerdo? Sé que algo parecido a esto tuvo que ser el génesis.
Silencio de nuevo.
-Si no lo controlo me duele el pecho todos los días. Y no es por la mierda esta que me invade. No puedo perderte.
-No vas a hacerlo.
-Me estoy muriendo...
-Y yo no voy a dejar que lo hagas.